jueves, 9 de diciembre de 2010

Felices Fiestas

Gracias a todos por seguir este blog.

Pronto habrá más novedades y más textos para leer.

Que terminen bien este año, y comiencen el 2011 con felicidad, alegría y salud

viernes, 17 de septiembre de 2010

"Eclipse total"



Tomó una caña ligera y procedió a agujerearla a lo largo en varias oportunidades. Luego probó soplar por ella. La caña emitió un sonido opaco aún. Continuó perforándola mientras los demás, sentados alrededor de la fogata lo observaban atentamente sin pronunciar palabra.
El sol caía en el horizonte y un viento helado comenzaba a soplar por encima de la planicie árida. Los pocos pastos que quedaban se agitaron en una danza melancólica.
El hombre continuaba perfeccionando su instrumento. Volvió a soplar por él. Esta vez el sonido que emergió fue dulce y penetrante. Comenzó a formar una melodía, apoyando los dedos sobre los orificios, alternándolos para lograr las diferentes notas. Recordó una vieja música que había escuchado hacía mucho tiempo. Trató de reproducirla. La angustia asomó a su pecho y un afán incontenible de volver al pasado lo envolvió. Rápidamente se acercó a un viejo tronco hueco que estaba caído y empezó a golpearlo con desesperación. Los demás hombres y mujeres que allí estaban comprendieron lo que ocurría.
El hombre intentaba desesperadamente golpear el tronco con los pies mientras se acompañaba con la flauta tratando de recrear la música que su cerebro recordaba. De haber tenido más manos sin duda se habría construido más instrumentos, volviéndose una especie de hombre-orquesta. Pero no las tenía y además con la tecnología que existía no le serviría de nada.
Los demás se miraron entre sí con cierta resignación. Sabían que en poco tiempo él también se iría como se fueron los otros, los que no pudieron soportar la añoranza por la civilización perdida. Sabían que pronto deberían intervenir y alejarlo del grupo antes de que fuera demasiado tarde.
La flauta proseguía emitiendo su hermosa melodía mientras el pretendido tambor repiqueteaba bajo los pies del intérprete. Después se detuvo. La flauta cayó al suelo silenciosa. El hombre se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar. Los otros hombres se pusieron de pie, despacio, lo rodearon y entre todos lo alzaron y lo condujeron a la choza. Allí lo recostaron sobre unos cueros que hacían las veces de cama y luego volvieron a formar la rueda cerca del fuego.
Era inevitable, todos en su interior estaban acongojados y resignados. Intentaban crear de nuevo una civilización de la nada, tratando de sentir que formaban parte de algo. Pero sabían que eso era imposible. Tarde o temprano todos iban entrando en un período de aletargamiento seguido por una euforia de crear o recrear algo de su vida anterior para caer luego en la angustia más enorme y después fallecer.


Es que la tan temida Guerra se había vuelto realidad. Sólo ellos quedaban allí, estériles y tristes esperando el turno para irse.