sábado, 21 de julio de 2012

LOS OLIMPICOS






I

Washington Rodríguez entró al gimnasio con su tarjeta personal. Un ojo electrónico revisó los datos y los pasó a la computadora central. Venía temprano para comenzar el entrenamiento para las próximas olimpíadas. El entrenador no había llegado aún pero ya le había dejado pronto el programa de ejercicios que debería realizar. Se puso la ropa deportiva y se calzó los championes súper-aire de última generación. Oprimió el botón de pantalla para seleccionar el paisaje que quería ver mientras corría: hoy iría por los Alpes suizos. De inmediato encendió la pantalla de 30 pulgadas empotrada en la pared frente a él y apareció una hermosa filmación de las montañas nevadas, árboles de coníferas y prados verdes. Se colocó los auriculares y el sonido ambiente surgió con gran nitidez. Podía escuchar el cantar de los pájaros. Desde una ranura bajo la pantalla emergió una brisa fresca que lo envolvió creándole aún más la sensación de realidad.

Puso en marcha la cinta sin fin y comenzó a trotar suavemente para calentar los músculos, luego apuró un poco el paso. Debía entrenar fuerte ya que las olimpíadas eran en pocos días. Todavía no había llegado a la meta exigida por el entrenador; debía ganar la medalla de Oro si era posible o al menos lograr batir su propio récord. No se perdonaría un mal tiempo.

A unos metros de él, se colocó una muchacha rubia, muy bonita a hacer ejercicios aeróbicos. Ella encendió una pantalla que mostraba una hermosa playa al amanecer con sonido de gaviotas, iba vestida con ropa de gimnasia ajustada y muy colorida. Era Susana García, la campeona nacional de gimnasia. Washington estaba loco por ella. Desvió la mirada y continuó su carrera ahora a mayor velocidad, su ritmo cardíaco estaba acelerado y la máquina se lo señalaba. Tenía ganas de hablarle, pero no podría hacerlo antes de competir en las olimpíadas.

Susana no le prestaba atención. Y él sabía que sólo ganando la medalla de oro podría intentar conquistarla.

El gimnasio se fue llenando de jóvenes deportistas. Todos practicaban duro. Las exigencias internacionales cada vez eran mayores al irse superando los récords año a año. El conocimiento del genoma humano había abierto las posibilidades de mejorar genéticamente los organismos y por tanto los límites en materia de competencia física. Cada vez más, los atletas parecían superhombres, con mayor resistencia y dominio del cansancio físico y con un superior desarrollo de la musculatura específica para cada deporte, además de los suplementos alimenticios y algunas "drogas" permitidas que llevaban al máximo el rendimiento en competencias de alto nivel.

Cuando terminó de correr, Washington estaba exhausto. Arrancó la tirilla de papel que le daba la máquina donde le advertía la cantidad de nutrientes que necesitaba para reponerse rápidamente. Debía tomar una bebida con minerales y vitaminas que contemplara exactamente el gasto realizado.

Apagó la máquina y se dirigió al bar que tenían en la otra pieza. Allí, el barman leyó la lista de nutrientes y le preparó enseguida la bebida adecuada. Se la entregó junto a una copa grande de vidrio. Washington se sentó en una de las mesas libres que estaban alrededor del mostrador y la bebió despacio. Después se fue hasta la ducha y se bañó. Se secó y se acostó en una camilla blanda en la sala de al lado para que el masajista lo dejara como nuevo.

Terminaba la primera parte de la jornada. Ahora iría a su cuarto, descansaría un poco, almorzaría y más tarde volvería al gimnasio para continuar con la segunda sesión de ejercicios.


II

Atilio Pérez era el principal candidato para ganar en la  halterofilia. Vivía para las pesas y las dietas ricas en proteínas, para ganar músculo. Permanentemente se miraba en el espejo y se pesaba para comprobar si había adquirido algunos gramos más o ganado unos centímetros de bíceps. Nunca estaba conforme con los resultados y a pesar que cualquiera que lo viese lo compararía con Superman, él se sentía débil y se veía flaco. El doctor le dijo que sufría de Vigorexia, una enfermedad que ataca principalmente a los hombres con afanes de Superhombre. Le dijo que dejara de tomar los tónicos suplementarios y que no se pesara y midiera más o iba a terminar mal. Pero él no le hacía caso y continuaba con los entrenamientos.

Atilio, quería impresionar a Susana -al igual que Washington- pero a diferencia de éste, realizaba proezas de fuerza cada vez que la veía pasar. Ella no le hacía caso, estaba demasiado concentrada en su propio entrenamiento como para prestarle atención a alguien. Pero Atilio no cejaba en sus intentos y cada vez que podía trataba de darle charla a la salida del gimnasio. Washington los veía hablar y se enfurecía. No podía permitir que se la quitara. Pero siempre volvía a respirar aliviado cuando veía que ella "no le daba bola ninguna" y entonces era él quien procedía con el acercamiento, obteniendo el mismo resultado. Susana sólo "le daría bola" al que lograra el mejor resultado en las Olimpíadas.


III

Por fin llegaron los juegos. Washington, Atilio y Susana, en la villa olímpica departían con sus pares listos para enfrentar el desafío. La sección de los uruguayos era tranquila y se encontraba a pasos de las delegaciones rusa y francesa. Rodeados de bosques verdes y un hermoso lago artificial donde nadaban patos y cisnes era el lugar más adecuado para reposar y aplacar el estrés.

Cómo cada uno de ellos competía en disciplinas diferentes no tenían muchas oportunidades de cruzarse o hablar. Sobretodo porque los horarios eran estrictos y nadie podía demorarse. Únicamente a la hora de comer podían verse y compartir algunos chismes. El bullicio de los demás jóvenes de la delegación se hacía intenso a esa hora. Más tarde, cada uno debería permanecer en su habitación descansando. El entrenador y sus colegas de la federación deportiva uruguaya siempre los vigilaban para que no se distrajeran con cosas que no correspondían.

Después de las horas de sueño y del desayuno todos partían a sus respectivos estadios deportivos para las primeras pruebas. Allí permanecían durante horas, transpirando y soñando con las ansiadas medallas que parecían tan lejanas. Los uruguayos sabían que no podrían llegar muy lejos ante equipos tan preparados como los de EEUU, Brasil o la Comunidad Europea.

***

Susana fue la primera en competir. Tuvo un buen comienzo sobre la alfombra, haciendo giros perfectos y saltos de una gracia sutil y maravillosa. Llegó a superar en puntaje hasta a la gimnasta de Ucrania. Pero cuando le tocó hacer la prueba de la barra fija no le fue tan bien. Al realizar el último giro para salir de la barra dando una vuelta en el aire para apoyarse sobre el suelo, uno de los tobillos se le dobló y rodó por el piso perdiendo casi todos los puntos obtenidos magníficamente sobre la barra. Su entrenador corrió inmediatamente para socorrerla y consolarla. Susana caminó rengueando apoyado en el brazo del hombre mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas, fruto del dolor en su tobillo pero más aún al comprender que perdería toda chance de superar a sus adversarias.


Atilio por su parte debía levantar pesos cada vez más enormes. Uno a uno los iba superando dejando a los otros deportistas por el camino. Ciento cincuenta kilos, ciento sesenta, ciento setenta y ocho. Y cada vez se le hacía más difícil. Todo lo hacía pensando en Susana -y en la medalla, por supuesto-.


IV

El estadio estaba repleto. Cincuenta mil espectadores vivaban a los atletas de su preferencia. Ocho países serían representados en la prueba final. Las coloridas banderas de los diversos países se agitaban incesantemente. Los competidores realizaban los últimos ejercicios de calentamiento sobre la pista anaranjada. Saltaban, corrían pequeños tramos y se detenían súbitamente. Los entrenadores andaban de un lado a otro, apurados, dando las últimas indicaciones a sus muchachos. El reloj indicador se encontraba marcando el cero listo para cuando sonara el disparo. Otras personas deambulaban por allí, camarógrafos, periodistas y personas acreditadas que sólo podían estar tras la baranda para no ensuciar la pista. Al mismo tiempo y en el centro del estadio, otras competencias se llevaban a cabo. Una sucesión de muchachas eran evaluadas en el salto largo triple. El sudor y las lágrimas se mezclaban con los aplausos del público. En el centro del campo de verde césped sintético se realizaba el tiro con jabalina y más atrás, al lado de la gran jaula de tejido varios hombres rollizos y musculosos se preparaban para el lanzamiento del martillo.

 En la cabina de transmisión, los técnicos, sentados a la consola seleccionaban las imágenes de un centenar de pantallas  cada una con una toma distinta de todo lo que ocurría en el estadio. Los gritos de los responsables de programación se entremezclaban sumando ansiedad y el olor a café inundaba la sala.

Todo estaba listo. Ocho competidores se colocaron cada uno en su respectivo carril. Otra prueba daría comienzo en segundos.

El ruido de la muchedumbre cesó y un silencio cómplice invadió el estadio esperando el momento de la carrera de los cuatrocientos metros. Sobre la pista quedaron únicamente los atletas con sus championes multicolores trabados en el resorte de arranque y a un lado, con el arma en alto, el hombre de la largada.

Sonó el disparo y los ocho competidores partieron rumbo a la meta. Miles de flashes destellaron por todas partes.

-Informa Canal Z- el canal alternativo desde los juegos olímpicos:

-Se escucha el disparo y los ocho corredores parten juntos. El uruguayo Washington Rodríguez va por el carril 3, éste es aventajado por los corredores de Kenia y Estados Unidos que se separan del grupo... El norteamericano Smith comienza a despegarse pero el de Kenia le pisa los talones. Ambos atletas de color se disputan la primacía... El uruguayo continúa intentando, ahora está cuarto detrás del francés... El corredor de los Estados Unidos ha aventajado a los demás de una manera asombrosa. Realmente es impresionante la velocidad desarrollada. Atención, quedan los últimos cien metros para la meta. Los demás corredores tratan de alcanzarlo... y ¡gana el corredor de los Estados Unidos!. El atleta americano llegó a la meta dejando prácticamente parados a sus adversarios. Fue una verdadera máquina. Lamentablemente Uruguay queda cuarto, no subirá al podio. Ya se nos había anunciado que el corredor norteamericano había realizado un entrenamiento especial muy fuerte, con un sistema nuevo de preparación, aunque nunca se nos reveló en que consistía dicho sistema. Señoras y señores, realmente debemos decir que sea lo que sea les está dando un resultado extraordinario. EEUU ha ganado la mayoría de las medallas de Oro en casi todas las disciplinas deportivas en estas Olimpíadas. Sus atletas serán aclamados como verdaderos campeones.


V

Atilio y Washington se encontraban en el salón de recreo de la villa olímpica junto al resto de la delegación. Sus compañeros estaban haciendo apuestas acerca de cual de ellos se quedaría con la codiciada Susana. Hubo chistes varios y alusiones de que habían visto a la chica con otro. Washington se ofuscó. Atilio se reía. Estaba convencido de que él sería el elegido. Y así se lo hizo saber a su adversario. Palabra va, palabra viene. Un chistecito por aquí, un "manijazo" de los demás hasta que "se fueron a las manos". Atilio pegó primero pero Washington esquivó el golpe y le lanzó una trompada a la mandíbula. Atilio trastabilló y se ofuscó. Se le vino arriba y antes que pudiera derribarlo, los demás compañeros trataron de separarlos. Cuando lo hicieron ya era tarde, el entrenador había entrado a la sala común, enojado, al escuchar el barullo. Hizo sonar el silbato que siempre llevaba colgando del cuello y los amonestó:

-¡Basta! -dijo en tono amenazante. Si no dejan estas rencillas los dejó fuera de las olimpíadas. -Todos guardaron silencio. Los dos contrincantes se soltaron a regañadientes pero continuaron mirándose con furia. -Y esto va también para los demás -acotó-. Vinimos a competir por las medallas ¡No se les va a permitir más este comportamiento! ¿Entendieron?-. Todos los muchachos lo miraban con temor, sabían que cuando el entrenador decía algo lo cumplía. Ninguno quería quedar afuera de las olimpíadas.

-¡Ahora, se van todos a dormir! ¡Mañana a las seis tienen que estar de pie!-. Dio media vuelta y salió de la habitación.


***

 Canal Z con las últimas novedades:

-Se ha hecho una denuncia contra el equipo estadounidense ante el resultado de la prueba de los 400 metros llanos. Quieren hacerle una prueba de anti-doping al corredor Smith, porque consideran que nadie puede correr de esa manera si no es bajo el influjo de alguna sustancia. Existen severas penas para quienes se les encuentre restos de medicamentos no permitidos o cualquier otra forma de dopaje. La denuncia ha sido radicada por los cubanos. Según ellos, los atletas norteamericanos habrían sido sustituidos momentos antes de las pruebas. La Federación Atlética de los Estados Unidos desmiente totalmente dicha afirmación.


VI

Y así fueron llegando los días de las finales. Las medallas se las llevaban otros y uno a uno los uruguayos volvían decepcionados. Los entrenadores les daban ánimos diciéndoles que en la próxima ocasión tendrían más suerte, que habría que entrenar más duro.

Atilio debió conformarse con la medalla de bronce en pesas, lo que no dejaba de ser una verdadera hazaña. En el último intento debió soltar los doscientos kilos. Era demasiado. El grito que lanzó al tirar las pesas al suelo retumbó por todo el salón; era un grito de dolor físico y bronca. 

Washington hasta el momento no había obtenido medalla al llegar cuarto pero esperaba todavía con ansiedad la confirmación de la denuncia contra los yanquis, para ver si lograba aunque sea la presea de bronce para igualar la posición de Atilio, de lo contrario, nunca podría volver a acercarse a Susana.

Ella, en cambio debido a la lesión en el tobillo debió abandonar los olimpíadas. No tenía consuelo.
                        

***

Noticia urgente:

-Se descubrió que tal como se sospechaba, el equipo olímpico americano ha realizado trampas, reemplazando a sus atletas por androides en el momento previo de las pruebas. Las autoridades encontraron un sospechoso camión con todo un equipo idéntico al oficial pero no humano. Dicho vehículo estaba camuflado como un camión de seguridad y era el encargado de llevar y esconder a los robots antes y después de cada competencia. Por supuesto, todo el equipo ha sido descalificado y será obligado a retirarse de los juegos. Estará invalidado de volver a participar en torneos internacionales así como en las próximas olimpíadas. Las medallas obtenidas se les han retirado y serán entregadas a los atletas que llegaron a los puestos siguientes en todos los casos. Un hecho totalmente vergonzoso. Peor que los casos de dopaje ocurridos anteriormente y sin duda, el fraude más grande de la historia de las Olimpíadas. Los atletas estadounidenses se retiraron en medio del abucheo de la gente y las demás delegaciones que permanecen allí.

Informó Canal Z.

VII

Al terminar los juegos, Washington y Atilio volvieron a intentar acercarse a Susana. Ambos habían logrado el tercer lugar en sus disciplinas. Y aunque sabían que no era lo esperado, habían realizado su mayor esfuerzo. Lograr esas ubicaciones compitiendo con potencias deportivas como las que estuvieron en esas olimpíadas era realmente una hazaña. Además, ella no podía pretender exigirles más cuando había quedado descalificada.

Cuando su entrenador se alejó unos minutos, ambos se lanzaron al ataque, se acercaron a ella y le declararon su amor. Susana los miró de soslayo y les agradeció su interés.

-Mi entrenador quiere que en cuanto me alivie empiece a entrenar para el mundial de gimnasia del año que viene.

-Bueno, pero nosotros también debemos entrenar para nuestras pruebas -dijo Atilio.

-Sí -retrucó Washington ofendido- vos nos prometiste decidirte para cuando terminaran los Juegos.

-¡Y ya me decidí...! -los dos hombres se miraron ansiosos por saber la respuesta de la chica-. ¡Me acabo de comprometer con Tashiro Sakamoto!

-¿El triple medalla de oro en natación? -preguntaron al unísono.

-Ese mismo. Ayer se me acercó y me ofreció llevarme a su país. ¡Es tan divino! Creo que me voy a ir a vivir con él. Allí sí voy a poder entrenar a gusto y sin dejar de verlo.

-Eso si tu entrenador te deja -dijo Washington tratando de desquitarse.

-Sí -terció Atilio que aún no salía de su asombro- Sabés que es muy exigente y no creo que te deje ir así nomás.

-No se preocupen, ya hablé con él y está de acuerdo -hizo una pausa. -¡Ah, ahí viene Tashi! -Le hizo señas. Él se le acercó y ante la furia de ambos jóvenes, le dio un beso en la boca. -Hasta luego y buena suerte -les dijo ella, dedicándoles una sonrisa. La pareja se fue tomada de la mano, mientras el japonés los miraba socarronamente por encima del hombro. 

Atilio y Washington se abrazaron desconsolados y se fueron a la cantina cercana a tomar unos tragos para olvidar las penas por el amor frustrado y las medallas de oro perdidas.


de "Crónicas del Tercer Milenio" - 2007