miércoles, 24 de agosto de 2016

24 de agosto...

La noche de la nostalgia
(Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia)
 
          -Ahí está -pensó Carlos-. Era ella, no cabían dudas. Después de casi veinte años de no verla el corazón le dio un vuelco al recordar los momentos que habían pasado juntos. Mónica era esbelta, rubia y tenía rasgos pequeños y delicados. Durante dos años habían sido algo más que amigos pero un día, todo acabó y no se vieron más. Carlos era vecino de ella y continuó enamorado a pesar del fin de la relación. Él se había casado y tenía dos hijos.
Ahora bailaba junto a su mujer en medio de la pista iluminada por un centenar de luces rojas y amarillas, verdes y azules mientras la música fuerte, la música de veinte años atrás, los envolvía. Mónica no lo vio. Estaba con un par de amigas, vestida con una blusa negra y una pollera corta del mismo color. Llevaba recogido el pelo lacio en una colita y su sonrisa fresca volvió a enloquecerlo.
Carlos la miraba intentando disimular ante su mujer, que parecía metida en la música, recordando otros tiempos. Él se preguntaba si su antiguo amor lo recordaría aún. Tenía que hablar con ella, quería saber como estaba, si se había casado, dónde vivía...
 
La música de los Village People atronaba por los parlantes: 
¡¡¡...WAY EM SI EI...!!! 
                  
  Fernando y Aníbal eran los encargados de poner la música y animar la fiesta. Eran amigos desde la adolescencia y compartían el mismo gusto por la música. Por eso habían decidido sumarse a las propuestas de la "nostalgia" y organizar la fiesta ese 24 de Agosto. Fernando era el "disc-jockey" y Aníbal oficiaba de animador, haciendo corear a la gente las canciones conocidas o anunciando los temas que se iban sucediendo uno tras otro, sin parar, recordando los años sesenta, setenta y ochenta.
Tenían más de trescientos discos perfectamente acomodados a su alrededor listos para irlos usando a medida que avanzaba la noche. Fernando era muy bueno como disc-jockey. Desde los doce años escuchaba música y "enganchaba" los discos de 45 revoluciones, esos discos llamados simples con un agujero grande en medio al que había que colocarles el adaptador de plástico  para poder ponerlos en el tocadiscos. Muchas veces realizaron bailes con los discos que tenían entre los amigos de la barra y festejaban los cumpleaños de todos ellos en sus distintas casas. Fernando quiso dedicarse profesionalmente pero no tenía mucho dinero y al fin abandonó la idea cuando el resto de sus amigos se mudaron y se casaron. Pero ahora que se habían reencontrado con Aníbal -uno de los antiguos amigos del barrio, decidieron sacarse las ganas. La fiesta era un éxito, el local quedaba chico, cientos de personas se habían agolpado dentro para volver a oír aquellos temas que nunca más se escucharon y todavía quedaba gente bajo la lluvia de la oscura y tormentosa noche haciendo cola para poder entrar...
                                                                  
 Mónica se sentía feliz, venía con sus amigas de toda la vida. Todas solas por diversos motivos. Una divorciada, la otra solterita aún. Mónica vino sin el marido porque no se llevaban muy bien y el tenía que trabajar. Así que allí estaban, esperando para que alguien las sacara a bailar. La música alegraba el corazón y hacía recordar viejos tiempos de juventud, cuando todos eran totalmente irresponsables y no vivían pensando en la guita como ahora.
Las tres se pusieron a bailar juntas en un rincón, zarandeando el cuerpo de un lado a otro con sonrisas amplias en sus rostros. El barullo iba en aumento con gente que se sumaba. Carlos seguía mirándola, a pesar de que era muy difícil no perderla de vista entre tanta gente. Quien sabe si podría reconocerlo, él estaba canoso y medio pelado... pero igualmente no perdía las esperanzas...
 
¡¡...OU IES IS LEIDIS NAIT AN DE FILIN RAIT OU IES IS LEIDIS NAIT... ¡OUUU! GUATA NAAIT...!! 
 
         El whisky y la cerveza corrían junto a las cocacolas en la barra donde decenas de personas desfilaban para conseguir un aliciente.
A su vez, cientos de cuerpos se agitaban mientras la temperatura subía dentro del salón y los buzos y camperas iban a parar a la ropería o terminaban en el piso en medio de los bailarines.
El humo de los cigarrillos surgía por doquier cual chimeneas viciando el aire ya saturado por el sudor y la respiración.
El ritmo machacón y alegre de la música se mezclaba con el murmullo y los cantos divertidos.
                                                                      
          Carlos no dijo que estaba casado y Mónica tampoco. Estaban otra vez juntos, girando bajo el hechizo de la música, parecía como si no hubieran pasado aquellos veinte años. Apretaban sus cuerpos, uno contra el otro y muy pronto comenzaron a besarse, como antes. El resto de las parejas que bailaban a su alrededor no les prestaban atención. Todas ellas se hallaban ensimismadas y nada importaba, excepto el amor. Sólo querían quedarse allí y olvidarse de todo; disfrutar el perfume dulce de ella, disfrutar el aroma tan varonil de él, sintiendo el calor de sus cuerpos que se excitaban con cada giro y con cada nota. De pronto, la pareja que estaba más próxima, chocó accidentalmente con ellos. El hombre se dio vuelta para pedirles disculpas y fue cuando la vio:
          -¿Mónica que hacés acá? -le dijo él.
-Jorge, ¿vos que hacés acá?- ¡me dijiste que ibas a trabajar toda la noche!- le aseguró ella en tono furioso.
Carlos, ante el hecho había quedado paralizado, sin saber que decir; los miraba a ambos, pensando en el lío en que se había metido. La otra mujer, una rubia despampanante de veintipocos años, también los miraba sin emitir palabra. Carlos pensó "está es la mía" y mientras marido y mujer discutían se dispuso a bailar con la rubia que lo miraba picaronamente...
-¡Carlos, despertate!- le gritó su mujer, sacudiéndolo de un brazo. -Te dije si no querías tomar algo con Enrique y su señora.
Él, comprendió entonces lo que ocurría. Estaba con Julia, su mujer, bailando en la pista principal en medio de gente desconocida. -¿Y Mónica dónde estará? -pensó. Se disculpó y saliendo con ellos de la pista se dirigió a la barra. Mientras, disimuladamente buscaba para ver dónde estaba su perdido amor.
                                                                
 La lluviosa noche iba transcurriendo lentamente mientras se sucedían las melodías, una tras otra.
Fernando -el disc-jockey- se sentía realizado de hacer feliz a tanta gente.
Aníbal -el animador- iba recordando los distintos pasos de baile y la gente respondía acatando la propuesta:
-A ver, ¿quién es el mejor Travolta esta noche?
En medio de la pista, bajo las psicodélicas luces un "veterano" de cuarenta y tantos recordaba sus viejas épocas de cuando ganó un concurso de baile. Vestía traje de color blanco y camisa negra con el cuello abierto y bailaba junto a una mujer de vestido rojo amplio. Remedaban a sus ídolos de los setenta al ritmo de la música de los Bee Gees. Una gran ronda a su alrededor hacía palmas y festejaba sus destrezas.
¡...daansin yeee..!!! ...daaansin yeee...!!!
         Más tarde llegó el turno del baile del "soldadito" o del "robotito". Tanto hombres como mujeres bailaban rígidos, moviendo  brazos y piernas al compás de la música como si fueran de madera.
 
¡¡¡BORN!¡BORN!¡BORN!... BORN TU BI ALAIV...!!!
 
 Carlos había conseguido zafar de su mujer, a la que había dejado de gran parloteo con sus antiguos compañeros del liceo y aprovechó para buscar a Mónica entre la gente. Carlos trataba incesantemente de encontrarla. Un mar de gente circulaba alrededor de la pista y cada tanto alguno se colaba entre las parejas y se ponía a bailar. El resto seguía circulando, charlando entre ellos cuando se encontraban antiguos amigos, luego de quince o veinte años sin verse y terminaban por entorpecer el avance de los demás que querían ir hasta la barra a tomar algo.
Carlos desesperaba, no la podía ver y tampoco podía avanzar. Puteaba entre dientes, empujando a los demás para que se movieran, pero poco podía hacer, nadie le prestaba atención. Entonces en un determinado momento la vio. Comenzó a saltar y a tratar de llamar su atención pero Mónica seguía muy contenta bailando con las amigas y ni se enteraba de su presencia. Decidió cortar por lo sano, se abrió paso a empujones por el medio de la pista hasta que llegó donde estaba y se paró frente a ella.
-¡Hola!. ¿Te acordás de mi? -dijo titubeando.
-¡Carlos! -exclamó Mónica con una amplia sonrisa en el rostro -¿Cómo estás? Tanto tiempo sin verte-. A continuación le presentó a sus amigas. -¿Viniste solo?
-Eeeh, si, no... estaba con otros amigos y te vi... quería saludarte.
-Bueno, si querés quedate con nosotras...
-Eeeh... si, gracias. -Estaba tan nervioso. Ella se acordaba de él, pero ¿querría algo?, ¿que hacer?-.
-¿Te acordás -dijo ella- cuando íbamos a los bailes con la barra? 
-¿Qué­?. Perdoná... con el volumen de la música no te escucho bien.
-Que si te acordás...
Las amigas de ella se pusieron a reír.
-Bueno, nosotras nos vamos a tomar algo -le dijeron con picardía, y por lo bajo agregaron -te dejamos con tu ex-amor...- y se fueron.
  Mónica quedó algo descolocada, Carlos estaba entrando en calor.
-¿No querés tomar algo? -le preguntó ella.
-¡NO!... eeeh, recién vengo de la barra -no quería encontrarse con su mujer- gracias, si querés te traigo algo.
Sonaron varios temas más, ambos estaban bailando ya muy cerca el uno del otro y mirándose nerviosamente como si recién se conocieran. Carlos, sin embargo, no sabía que decir.
 
¡¡...weeers... don cam isi tu miii...!!
 
         -¿A ver quién se acuerda como se bailaba esta música? -exigió el animador, mientras miraba de reojo a Fernando que acababa de poner otro disco.
Casi todas las parejas comenzaron a girar a la vez, sacudiendo sus cuerpos al ritmo de Alan Parsons, las mujeres avanzando y los hombres retrocediendo, tomados de los brazos y girando. El baile "picadito” era el ideal para los temas a medio camino entre lentos y movidos. Las parejas que lo conocían lo practicaban y las más veteranas que no habían llegado a esa época intentaban imitarlas.  
Carlos y Mónica también se tomaron de los brazos y comenzaron a girar con la música.
En eso, Julia apareció de la mano de otro hombre y se puso a bailar al lado de ellos sin prestarle atención.
Carlos comenzó a sudar copiosamente y quiso desaparecer, pero Julia lo vio.
-¡Adiós...! -le dijo ella con sorna antes de girar y alejarse.
-¿La conocés? -le preguntó Mónica.
-Sí -dijo él bajando la cabeza -es mi mujer. Mónica se rió divertida.
Ambas parejas volvieron a encontrarse lado con lado, Carlos no sabía que hacer, quería irse de allí, pero no podía dejar de mirar al hombre que ahora bailaba con su mujer. Y por otra parte si se iba, se delataba... Perdió el paso y casi se caen.
-¿Estás ahí, todavía? -le dijo Mónica.
-Eeeh, si, Perdoná.
-¿El que baila con tu mujer es también conocido tuyo?
-Eeeh, no. Creo que no, ha de ser algún amigo...
-Bueno, no te preocupes, hoy es la noche de la nostalgia... y mientras estén bailando al lado nuestro no pueden hacer nada malo.
-Sí, claro...
-Además, yo también estoy casada. -Carlos la miró a los ojos para saber si era verdad, ella continuó- Mi marido está trabajando en la empresa...
Carlos tuvo toda la intención de decirle que lo había visto hacía un rato bailando con una rubia, pero después recordó que todo era una fantasía suya y se cayó la boca.
 
¡¡...TU DE WOK OF LAIV! beibi ¡TU DE WOK OF LAIV...!!
 
          Al fin, el animador anunció otra canción... y se acabó el picadito, todos se soltaron para alivio de Carlos.
-Vamos a tomar algo -propuso Julia y Mónica la imitó. Los cuatro marcharon a la barra-.
Allí, todo era barullo, entre risotadas de algunos pasados de copas y cantos de amigos que se encontraban y recordaban viejos tiempos. La música de fondo se mezclaba con el tintineo de las copas y vasos. El barman llenaba a toda velocidad una tras otra, para satisfacer a la clientela que se apretujaba contra el mostrador.
En un rincón, un hombre vestido de traje gris y totalmente calvo ya, lloraba abrazado a una botella semi-vacía de whisky, de una manera que daba pena.
Otro hombre, un poco más joven, a su lado lo consolaba con voz de ebrio.
-Y que le vas a hacer, Cachito, la vida es así. Si tu mujer te dejó, ya encontrarás otra... Mirá cuantas minas que hay...
El otro seguía sollozando y bebiendo sin prestarle atención.
                                                                 
 Rápidamente, Mónica y Julia se hicieron amigas y no paraban de hablar; de pronto Carlos se vio envuelto en una conversación con el amigo de su mujer. Palabras van, copas vienen, y de pronto Carlos se abalanzó contra él y le quiso pegar.
Enseguida varios de los que estaban allí los separaron. Julia furiosa le recriminó a su marido su comportamiento.
-Perdoname Julita, es que no me gusta ese tipo, estaba apretando contigo.
-¿Y vos qué, te fuiste y me dejaste sola y cuando voy a la pista te encuentro bailando con cara de baboso con otra mujer... y ahora me entero que fueron novios. ¿Qué querías que hiciera?
-Perdoná Julia, yo tuve la culpa -intervino Mónica tratando de calmar los ánimos- lo invité a que se quedara conmigo y le di filo. No sabía que estaba casado.
-Bueno, está bien pero Enrique no tiene la culpa tampoco, el era un compañero del liceo con quien nunca más nos vimos.
Al rato los cuatro se pusieron a bailar otra vez como buenos amigos bajo las luces de colores y la música Disco que volvía a sonar.
 
¡¡...BAI DE RIVERS OF BABILON...!!!
 
         Cuando eran las cinco de la mañana, los cánticos habían subido de volumen y el alcohol hacía estragos. A varios hombres  se los tuvieron que llevar entre dos o tres, porque ya no podían ni caminar.   
 A la salida del baile lloviznaba, los ecos de la música quedaban sonando en las cabezas de los que se iban en sus coches haciendo chistes y comentando sobre todo el mundo, prometiendo volver el año entrante. Otros en parejas, se iban tomados de la mano, a paso rápido para no mojarse, las que se habían "arreglado" por primera vez aquí y las que se reencontraban luego de años.
Carlos salió del brazo de su mujer, soñando con volver a encontrarse con Mónica. Ella, por su parte, salió con sus amigas, riendo y pensando en contarle a su marido lo bien que la había pasado sin él.
Los últimos estertores de la música disco se extinguían tras los cristales del local, lejanos...
 
...ai never can sei gud baaii...nouu...nouu...
 
         Aníbal y Fernando preparaban todo para irse, contentos del éxito obtenido esa noche y jurando intentarlo de nuevo, al año siguiente. Todavía tenían que desenchufar los equipos, guardar los discos en los sobres. Después habría que devolver los equipos de audio y las luces y por fin podrían irse a dormir.
Aníbal aprovechó para tomar y comer algo en la barra, semidesierta, donde quedaban algunos hombres y mujeres festejando su reencuentro, a medio camino entre la lucidez y la curda.
Fernando, dejó sonando algunos temas viejos que no había dado el tiempo para pasar esta vez, a medio volumen, con las luces blancas del local encendidas.
En medio de la pista todavía quedaban varias parejas tratando de gastar sus últimas energías antes de que los echaran. Era una barra de jóvenes que entusiasmados por la fiesta no pararían de bailar hasta que se apagara el último eco, como si conocieran la música de siempre.
 
-¡Dale, pasanos el tema aquel de Queen...! -pedían.
 
Cuando por fin todos se fueron, amanecía. Ya no llovía y un viento helado soplaba pero la mayoría de la gente no lo notaba. Las altas temperaturas que llevaban en sus cuerpos debido al ejercicio y al alcohol, disminuían la sensación del frío.
 
    Y se cruzaban los automóviles por las avenidas, cargados de treintañeros y cuarentones que volvían de las diversas fiestas y se saludaban a bocinazos o se gritaban de un auto a otro como si todos se conocieran, porque ésta era la noche de la nostalgia.