viernes, 3 de marzo de 2023

El can neurótico

 



I

El amplio salón del hotel se fue llenando de gente. La enorme araña con caireles de plástico iluminaba el lugar. Las paredes eran de color rosa y las columnas decoradas en dorado. Había cuadros con gruesos marcos mostrando los retratos de ilustres visitantes. El murmullo de la gente se expandía por el recinto. La orquesta de cámara ejecutaba antiguas melodías entreteniendo a los presentes. La gran mesa que dominaba el salón -con su mantel de hule bordado- esperaba para ser servida.

El camarógrafo debería estar en su lugar para cuando Jazmine apareciera y seguir cada uno de sus movimientos. Dos hombres con trajes bordados se colocaron a ambos lados de la escalinata e hicieron sonar las trompetas y un tercer hombre anunció en voz alta el nombre de la agasajada.

Jazmine apareció en lo alto de la escalera, al pie de la cual una larga alfombra roja le señalaba el camino por el que llegaría al vasto salón de fiestas, donde quinientos ávidos invitados la esperaban. Ella estaba radiante. Tenía un vestido negro que llegaba hasta el suelo y resaltaba la blancura de su cuerpo. Dos aretes dorados pendían de sus orejas y una gargantilla del mismo color completaban su indumentaria. llevaba largos bucles que le caían a ambos lados de la cabeza y los labios pintados de color rojo sangre. Todos los presentes estaban de acuerdo que se encontraba realmente hermosa.

Descendió la escalera al ritmo de la música del "Danubio azul" con la cabeza en alto -demostrando su antiguo linaje- y caminó con paso ligero, observando a unos y a otros que la miraban maravillados. Llegó al salón y de un salto se sentó en el asiento que le tenían reservado en la cabecera de la mesa.

Se dio la orden de comenzar. Inmediatamente una docena de mozos aparecieron con sus bandejas repletas de manjares -fríos y calientes- y comenzaron a servirlos. Los invitados -ansiosos por comer- se abalanzaron a la mesa y en pocos minutos arrasaron con la comida.

Todo eso para festejar el cumpleaños de Jazmine, la perrita Caniche más hermosa de la región.

II

Peter no era el perro más mimado del mundo. Luis -su dueño- lo había encontrado en la calle un día de lluvia, revolviendo la basura. Apenas tenía unos meses de nacido. Lo recogió porque le dio lástima verlo allí todo mojado. Era un pequeño ejemplar de Cocker negro.

Se lo llevó a la casa. Lo bañó y le dio de comer. Luis vivía solo en un apartamento en un décimo piso. Se había divorciado y se sentía solo. Necesitaba una compañía.

Peter -a su vez- se sentía muy contento de tener a alguien que lo cuidara, y enseguida se adaptó al nuevo hogar.

En realidad fue Luis quien lo bautizó con nombre inglés ya que no sabía cómo llamarlo. El perro al principio no comprendía pero con el tiempo se acostumbró al sonido que su dueño usaba con él y respondía en cuanto lo llamaba.

Luis trabajaba en una oficina y estaba poco en casa excepto los fines de semana. Era entonces cuando aprovechaban para salir a pasear. El resto de la semana, el perro quedaba solo en el apartamento. Era muy inteligente y habilidoso. Por eso no le fue difícil acostumbrarse a escuchar la voz de su dueño en el contestador. Cuando oía la voz de Luis, salía corriendo al teléfono y con su pata delantera oprimía el botón del aparato y le ladraba. Así Luis podía saber si el animal se encontraba bien. Todas las tardes Luis lo llamaba por teléfono para saber cómo estaba y ambos se sentían más acompañados.

Un día Luis decidió comprarle uno de esos gimnasios especiales para perros que vendían en las tiendas de mascotas. Como el apartamento era chico y él no estaba mucho, el perro permanecía encerrado todo el día y no tenía donde correr a gusto. Muchas veces cuando Luis llegaba al hogar de noche, encontraba que Peter le había mordido los sillones y todo el relleno estaba esparcido por el suelo o que le había quebrado algún adorno de porcelana. Con el gimnasio -en cambio- podría hacer ejercicio y entretenerse sin que le destrozara nada. El veterinario le había dicho que eran muy buenos, así que Luis se decidió y se lo trajo de regalo para su cumpleaños -o más bien para el aniversario de su encuentro- ya que ignoraba la verdadera fecha de nacimiento del can.

Peter al principio no sabía que era todo ese armatoste que su dueño le había traído pero muy pronto cuando Luis con algo de paciencia y mucho trabajo pudo armarlo y ponerlo a funcionar, se entusiasmó y se subió de un salto a él.

Podía ser encendido fácilmente al oprimir el botón que se encontraba en la parte de abajo a un costado, como para que hasta el propio perro pudiera hacerlo funcionar sin dificultad, cuando deseara dar un paseo.

El artefacto constaba de varias partes:

Tenía una cinta sin fin para caminar, un lanzapelotas para que jugara, un árbol artificial con tierra para hacer sus necesidades, las que se volcaban en la parte inferior -donde un procesador químico se encargaba de descomponer. Enfrente a la cinta había una pantalla de Tv donde aparecían diversos paisajes: campo agreste, bosque, playa y ciudad. También poseía ducha y secador de pelo automático. Incluía además, un hueso de goma de regalo.


Peter se subía solo al gimnasio y con su pata oprimía el botón de arranque. Luego, cuando lo deseaba volvía a oprimir alguno de los otros botones que le permitían entre otras cosas cambiar el paisaje que se proyectaba en la pantalla. Cuando tenía ganas de enterrar un hueso podía hacerlo bajo el árbol artificial. Se entretenía bastante jugando solo, por las tardes, hasta que se cansaba y se echaba a dormir. Y ya no le rompía cosas en el apartamento a su dueño.

Pero Peter, como todo animal sentía el llamado de la naturaleza. Luis no quería llena el apartamento de animales y además no conocía quien pudiese oficiar de novia para su mascota. Ni siquiera conocía a muchos de sus vecinos, ya que pasaba la mayor parte del tiempo trabajando. Así que cuando llegó el verano y quiso irse de vacaciones debió buscar quien lo cuidara.

Recordó la tarjeta que el veterinario le había dado la última vez que llevó a Peter a revisar. Era de uno de esos hoteles para mascotas en donde brindaban diversos servicios.

Lo llevó allí. Peter creyó que sería abandonado nuevamente. Luis trató de hacerle entender de lo que se trataba. Tendría piscina para nadar y refrescarse, servicio de paticura, brushing y demás accesorios de belleza. Tendría un dormitorio con cama especial superpullman y comidas con más de doscientos platos diferentes a su elección. Y además... una decena de perras para elegir, finas y bellas, todas en celo -este servicio se pagaba aparte, por supuesto-.

Luis se fue contento luego de dejarlo allí, pensando que su perro se divertiría mientras él se dedicaba a descansar lejos y a conquistar algunas mujeres.

III

Jazmine era uno de los cuatro perros que tenían en la casa y había sido criada con los mayores cuidados. Alimentación balanceada, guardarropa especial para su protección en los días de lluvia o fríos. A cambio se le pedía compañía y que le diera una buena descendencia para vender. Debería cruzarse con perros de su propia raza conseguidos por la dueña a tales fines.

Un día, su dueña la encontró en actitud comprometedora junto a uno de los machos de Boxer que ella tenía. Puso el grito en el cielo, no podía permitir una cruza de esa naturaleza. "Las razas debían conservarse puras o todo se volvería un caos. Sus descendientes podrían ser confundidos con esos animales que cría la gente común o los bichicomes"

Inmediatamente ambos perros fueron separados y a Jazmine la encerraron de manera que no pudiera volver a acercarse a los demás perros de la casa, para no correr riesgos nunca más.

Pero Jazmine no obedecía a los requerimientos de su dueña. Ésta le había conseguido varios candidatos de la mayor pureza y ya tenía reservadas todas las crías a gente de su círculo social. Uno a uno Jazmine los rechazaba. Y su dueña se enfurecía. La perra era la única a quien no lograba cruzar y le hacía perder muchos dólares.

IV

Peter comió abundantemente y recibió gustoso todos los servicios prestados pero seguía extrañando a su dueño.

Una hermosa perra Foster fue la elegida por él. Se la instalaron en una suite con música romántica, decorada en tonos de rosa, adecuados para la ocasión.

Estuvieron corto rato en compañía, ya que Peter se dio cuenta que la perra con quien estaba no era otra cosa que un robot que despedía feromonas para excitar al can de turno. Estaba programada para realizar las destrezas del cortejo y la cópula y dejar satisfecho al cliente. Lo descubrió cuando por alguna falla mecánica la perra comenzó a despedir humo hasta quedar absolutamente chamuscada e inmóvil. Peter recibió varias descargas eléctricas que lo dejaron nervioso y asustado y más triste que antes añorando la vuelta a casa. Dejó de comer por las noches aullaba, despertando a los demás perros que se ponían a contestarle provocando un gran escándalo en el hotel y despertando a los vecinos de la zona.

Por fin llegó Luis, más bronceado que antes y contento de las vacaciones. Peter al verlo se le tiró encima haciéndole fiestas y ladrándole enloquecido.

El dueño del hotel le contó lo sucedido y Luis se sintió culpable por haberlo dejado. Se fueron juntos cuando el perro se calmó.

V

Jazmine continuaba jugueteando a su libre antojo y rechazando las órdenes que su dueña le daba. Ésta comenzó a impacientarse.

Estaba cansada de su mascota, hacía tres años que a tenía. Había visto otra hermosa ejemplar la última vez que pasó por el shopping y le pareció mucho más "fina", haría juego con su estilo de vida actual. Ya había cambiado de casa, de auto y hasta de marido, ¿por qué no iba a cambiar también de mascota? Así que decidió dejarla en la calle.

Ante la sorpresa del animal, Jazmine fue echada de su habitación -de improviso- por el mayordomo y le fueron quitadas todas sus joyas y su ropa cara. El hombre no animándose a tirarla a la calle, la dejó en el jardín, cerca de la puerta de servicio. Al mayordomo le daba lástima echarla de esa manera. ¿Adónde iría a parar una perra de su categoría y no acostumbrada a la dura vida de la ciudad?

Últimamente se veían por el barrio muchos perros de distintas razas -pasados de moda- que deambulaban revolviendo los tachos de basura para comer. Se los veía tristes, sucios y debían dormir en cualquier lado. Al no estar acostumbrados a esa vida sufrían mucho y algunos ni siquiera sabían valerse por sí mismos.

El mayordomo le daba comida a Jazmine a escondidas de la dueña -en el fondo de la casa- tras la cocina.

Por varios días el sistema funcionó aunque la perra se sentía extrañada por el repentino cambio de vida. Y varias veces intentó volver a entrar a la casa. Hasta que una tarde la dueña la vio.

-¿No le dije que no quería volver a ver a esta perra en la casa? -le reprendió la mujer enojada. -¿Por qué no la echó como el dije?

-Es que me da lástima, pobrecita...

-¡Nada de lástima, saque de una vez a ese animal o lo haré yo misma!

-Sí, señora -contestó el mayordomo con tono resignado.

La perra dio contra la acera y se puso a rasguñar el portón de madera durante un buen rato. La idea era dejarla allí y más tarde cuando no lo vieran hacerla entrar o esconderla en las habitaciones de servicio. Pero Jazmine se sentía morir. Comenzó a caminar por la cuadra para consolarse y se alejó del lugar.

VI

Durante el regreso a casa, Peter iba enloquecido con su dueño. Hasta que se encontró con una hembra. Ella andaba por la vereda de enfrente y al ver al perro se le acercó haciéndole fiestas. Peter recordó a la perra mecánica con quien había sufrido el accidente y temiendo que otra vez le sucediera algo similar intentó huir. Luis quería retenerlo con la correa pero no podía, el perro lo arrastraba. La perra lo perseguía. Peter comenzó a dar vueltas alrededor del hombre enredándole las piernas con la correa y tirando de ella asustado para escapar. Ella continuaba tratando de darle alcance, hasta que Luis se desparramó por el suelo con ambos perros ladrando y saltando por encima de él sin poder controlar a ninguno y creando un tremendo alboroto. Inmediatamente una señora cruzó la calle llamando a la perra -quien al fin obedeciéndole se fue con ella.

Cuando Luis se desenredó y se puso de pie Peter estaba acurrucado temblando contra la pared. Lo levantó con ambas manos, lo cargó y se lo llevó de allí.

Decidió llevar al perro al veterinario. Le explicó lo ocurrido y éste le dio la tarjeta de un profesional que se ocupaba de estos casos y podría atenderlo.

No muy convencido de que sirviera lo llevó a la dirección donde indicaba la tarjeta. Era un doctor especializado en psicología canina.

El doctor le pidió a Luis que esperara afuera. Hizo sentar al perro en un sofá muy mullido y comenzó a mostrarle una serie de imágenes en una pequeña pantalla. Quería determinar sus reacciones. Anotaba en una libretita todo lo que el perro hacía. Primero le mostró escenas de paisajes y el perro no demostraba temor. Luego le mostró comida –acompañada del olor correspondiente- Peter se relamió. Cuando el doctor le puso delante de sus ojos la imagen de una perra y el aroma a feromonas fue olfateado por el can, este tuvo varias reacciones. Primero saltó del sofá acercándose a la pantalla e inmediatamente volvió a su lugar y se acurrucó a los pies del hombre. Se puso a aullar mirando al doctor con ojos suplicantes como pidiéndole que no lo volviera a engañar.

El doctor diagnosticó: neurosis sexual.

Hizo pasar a Luis.

-Lo que necesita este animal es una hembra de verdad. Ha sufrido una experiencia traumática.

Luis le contó lo ocurrido en el hotel y en la calle. El doctor lo miró por sobre los lentes y le dijo:

-¡Muy mal, mi amigo! Este perro ha sufrido mucho. Cuando usted lo dejó en el hotel, seguramente él revivió el trauma de su primer abandono lo que le ocasionó una ansiedad muy grande. Para colmo el accidente que le produjo la descarga eléctrica vino a complicar aún más las cosas. Necesita cariño y un ambiente tranquilo. Hay que acercarlo progresivamente a sus congéneres para que pierda el miedo. Le va a llevar un tiempo, hasta poder descondicionarlo por completo.

A Peter lo recostaron en un diván, el doctor le conectó diversos sensores eléctricos en las patas y en varias partes del cuerpo para medirle las reacciones mientras le ponía una música relajante y le hablaba despacio para tranquilizarlo. Al mismo tiempo proyectaba imágenes de paisajes y perros realizando distintas proezas. Cuando el perro se ponía nervioso los sensores emitían un sonido y a veces Peter ladraba o aullaba. Inmediatamente el doctor le suministraba una dosis de tranquilizante.

Este proceso llevó varias sesiones, hasta que el can perdió por completo el miedo a sus pares femeninas y a las imágenes del cortejo. Estaba listo para experimentar en carne propia el acercamiento a una hembra verdadera. Luis le pagó al doctor y se llevó contento al perro.

VII

Jazmine continuaba vagabundeando por la ciudad, le daba miedo el ruido de los automóviles y más de una vez estuvo en peligro de ser atropellada por uno de ellos. No sabía cómo conseguir comida y tampoco tenía mucho hambre. Al pasar por el frente de una casa un enorme Mastín negro le arrojó su temible ladrido asustándola enormemente. No estaba acostumbrada a ver animales de ese tamaño.

Corrió asustada hasta ponerse a salvo. Llegó a una plaza donde había mucho verde y el ruido de los autos era más suave. Se acurrucó bajo un banco vacío y se durmió. Estaba cansada de vagar y se sentía deprimida, sin saber qué hacer.

Luis había salido a caminar con Peter por el barrio. El perro estaba contento de poder ver césped y árboles de verdad. A cada uno que encontraba se acercaba y levantaba la pata para marcar su territorio. Jugueteaba y le hacía fiestas al dueño, contento.

Llegaron a una plaza. Luis se sentó mientras el perro seguía dando vueltas y ladrando. En eso llegó Jazmine y se echó al pie del banco donde se encontraba Luis descansando. Miraba al hombre y al perro con cara triste para ver si le prestaban atención.

Peter la vio echada allí y lo primero que hizo fue alejarse con cierto temor. Después se le acercó y la olfateó. La perra levantó la cabeza y se puso a ladrar. Luis que continuaba sentado bajo un frondoso eucaliptus lo miró y pensó: "A lo mejor consigue novia"

Luego de un rato ambos perros correteaban juntos muy entretenidos. Entonces Luis resolvió que era hora de irse, se puso de pie, llamó a su perro y se fueron juntos. La perrita al verlo alejarse comenzó a seguirlos.

Cuando llegaron a la casa, Luis la vio, la hizo entrar -le daba lástima- y como Peter parecía no sentirse mal la bañó y le dio de comer. Jazmine estaba muerta de hambre.

Ambos perros parecían llevarse bien pero Luis pensaba que la perra era propiedad de alguien por lo que trató de averiguar en el barrio pero nadie la conocía. El veterinario -que sí la conocía- le dijo que era Jazmine, la perra de una millonaria que tenía por costumbre cambiar de mascota cada vez que se cansaba de ella. Esta era la quinta perra que tiraba a la calle. Y le aseguró que no era la única persona que hacía lo mismo. Había ya demasiados perros vagabundos por la ciudad que sus dueños abandonaban porque no tenían suficiente dinero para mantenerlos o simplemente porque no estaban de moda.

El veterinario había puesto un criadero en su casa con todas las mascotas que la gente desechaba. Ya no sabía qué hacer con tantos perros. Cuando alguien quería uno se lo vendía peo siempre se aseguraba que fueran personas que amaban a los animales, no soportaba a la gente que no tenía corazón.

Luis entendió que lo único que podía hacer era quedarse con la perra. A él siempre le gustaron los animales.

Peter, por su parte, se hallaba contento de tener una nueva compañera a la que no temía. Había recobrado su humor habitual y correteaba con su novia por el apartamento. Así que Jazmine se quedó para siempre.

Un año después Luis decidió mudarse a una casa con fondo donde hubiera espacio suficiente para Peter, Jazmine y sus seis cachorritos.


Gerardo Alvarez Benavente

Del libro: "La vida al mango" 2003

Ilustración: Adela Brouchy