viernes, 26 de mayo de 2017

Un cuento por el día del libro

Proceso de creación
 
El siguiente relato es verídico; lo escribí con el fin de aclarar algunas ideas y también para que alguien pueda ayudarme a discernir la verdad de lo que aconteció.
 
Hace ya varios meses cuando comenzó todo. Una noche estaba sentado frente a la máquina de escribir intentando dar forma a una novela que debía entregar  a mi editor, cuando comencé a sentir una extraña sensación que me recorrió todo el cuerpo. Fue como un mareo y luego desapareció. Volvió a ocurrirme a la noche siguiente pero esta vez con más fuerza y en la tercera noche ya con la sensación de que alguien me hablaba.
 
En la cuarta noche además, no pude continuar con mi trabajo, no me surgieron ideas y la hoja quedó en blanco. De repente pude escuchar en forma clara, una voz que hablaba desde mi interior; no parecía ninguna voz conocida ni tampoco una alucinación; más bien sentía como si alguien estuviera tratando de comunicarse conmigo, como si me poseyera de algún modo. Realmente no comprendía lo que ocurría y debo confesar que sentía bastante miedo. Pero pronto la voz me tranquilizó diciendo que era la de un escritor muerto hacía muchos años y que lamentablemente su obra nunca llegó a ser conocida, por lo que ahora trataba a través de mí, realizarla y difundirla. Luego de esto mi mano comenzó a moverse de manera automática, buscó un lápiz, una hoja y se puso a escribir. Esto duró un rato al cabo del cual la voz se fue desvaneciendo y entonces recuperé el control de mi mano.
 
A la noche siguiente y a la misma hora volví a sentir como un mareo y luego empecé a sudar y a temblar hasta padecer verdaderas convulsiones que me estremecían de pies a cabeza. Reapareció la voz y nuevamente comencé a escribir en lo que tenía a mano. Las ideas surgían claras y precisas y llenaban hojas y hojas a gran velocidad. Nuevamente luego de un rato –que ignoro cuánto duró- la voz se desvaneció y quedé exhausto.
 
Las noches siguieron pasando y yo no había podido escribir una sola palabra de mi novela pero en cambio, tenía un cuaderno lleno de material brillante que procedía de esa extraña voz. Muy pronto mi actitud había cambiado y yo esperaba con ansia que llegara la hora en que me comunicaba con este ser. Pero una noche me di cuenta que quien estaba escribiendo a través de mí no era la misma persona. El estilo había cambiado y el trazo tampoco era el mismo. Cuando intenté preguntarle quien era, me respondió que él se sentía poseído por una fuerza extraña que a su vez intentaba comunicarse conmigo. Pude confirmar entonces la sospecha de que alguien más había entrado en este extraño juego. Indudablemente se trataba de un gran maestro en el arte de la literatura. Su obra era mayor y la riqueza del lenguaje utilizado demostraba claramente sus amplios conocimientos.
 
El tiempo fue transcurriendo mientras las hojas se iban llenando cada vez con mayor rapidez; tenía ya cientos de hojas escritas con distintos estilos y temas, pertenecientes a muchos poetas y escritores que se fueron agregando a la cadena. Noche tras noche las convulsiones me sacudían y una voz me hablaba; una voz que ya no sabía a quien pertenecía, ni de qué época, pues era imposible poder discernir a los cientos de personajes muertos que querían dar a conocer –por mi intermedio- sus obras inconclusas e incluso nunca escritas.
 
Creí volverme loco, casi no dormía porque era despertado a cualquier hora del día para transcribir sus ideas. Había logrado tener tanto material como jamás antes hubiera podido imaginar y mi casa se encontraba repleta de manuscritos de todos los estilos y de todas las lenguas –incluso algunas que yo ni siquiera conocía ni mucho menos hablaba-. Todo esto era una maldición, había logrado tener tanta obra como para ser  reconocido mundialmente como un maestro y sin embargo nada de ello me pertenecía… ¿o sí? No podía publicar las obras bajo los nombres originales porque nadie me creería o me tratarían de falsificador. Me encontraba en un dilema sin solución.
 
Hasta que un día, estando  en medio de la monumental misión y sin poder soportar más aquella situación, intenté detener lo que estaba ocurriendo. Grité con todas mis fuerzas que todo aquello era mío y que así aparecería ante el gran público. Creo que esa idea fue la que precipitó el trágico final. De pronto las voces se apagaron y el alivio que experimenté fue inmenso, pero sólo duró unos instantes porque entonces sentí un temblor espantoso que recorrió todo mi cuerpo, las voces de los cientos de poetas que antiguamente me poseyeron se volvieron enfurecidas contra mí al unísono y mi cabeza resonó como la gran campana de una iglesia. Las convulsiones  reaparecieron una vez más pero con más fuerza que nunca; caí al piso y me revolqué desesperado tratando de detener ese estruendo insoportable que me gritaba: “¡TRAIDOR!”
 
Creo que en ese infierno perdí el conocimiento mientras veía mi cuarto arder en llamas. Cuando desperté me hallaba muy dolorido, tirado aún en el piso. Todos los papeles habían desaparecido. La gran obra se había esfumado.
 
Nunca más volví a escuchar voces dentro de mi, ni a escribir nada, hasta hoy…


         Publicado originalmente en mil libro: "Trans-rormaciones" año 1997.