domingo, 10 de septiembre de 2023

La señal de los astros


 El astrólogo, un hombre flaco, de barbita en punta y pelo cano miró por encima de sus anteojos gruesos. Como cada día se encontraba en la sala de techos altos esperando a sus clientes. Un ventanal con cortinas de encaje filtraba la luz del sol que daba sobre la mesa redonda de madera lustrada.

La consultante -una bonita mujer, alta, de unos treinta y cinco años- entró por la puerta y se sentó frente a él en la silla de respaldo alto de roble.

-Quiero que me haga mi carta natal, para saber que me depara el destino y quiero saber si me voy a casar -enunció.

-Muy bien, señorita. Dígame su fecha de nacimiento: día, mes y año -pidió el astrólogo.

Ella se los facilitó.

-También necesito la hora y la ciudad donde nació -y procedió a anotarlos con una lapicera plateada. El astrólogo tenía una hoja pronta con un extraño círculo dividido en doce partes.

La observó con ojos penetrantes y luego le dijo:

-Para realizarle la carta debo consultar las efemérides, y hacer todos los cálculos, ver qué planetas influían en su destino al momento de nacer y de qué manera. Todo ello lleva su tiempo. Vuelva la semana que viene. Para entonces le tendré lista la carta con todos los datos y se los daré gustoso.

La mujer lo miró con sus ojos verdes y le pareció que no le era indiferente.

-Ahora debo pedirle una seña como pago provisorio-.

La mujer abrió la cartera de cuero negro y le dio un par de billetes como adelanto para el trabajo. Luego, se levantó y con una amplia sonrisa se despidió del hombre mirándolo a los ojos y se marchó con paso firme.


Esa noche y al día siguiente, él se dedicó a su tarea astrológica y comprobó que ella corría serio peligro. Según lo que aparecía en la carta, podría sufrir un atentado o un accidente fatal más o menos en esa época de su vida. Así lo consignaban los astros.

Revisó una y otra vez los datos para confirmar la posición de los distintos planetas. Marte aparecía en una casa desfavorable. Esto sumado a los otros planetas le aspectaban muy mal su futuro próximo.

Por esa razón, le pidió a uno de sus discípulos -un joven que estudiaba con él- para que verificara todos los cálculos. No quería cometer errores.

El joven le confirmó todas sus predicciones.

¿Debía advertirle sobre el peligro que corría? Si le iba a ocurrir algo debía alertarle para que si el suceso era inevitable, por lo menos no fuera fatal. Pero debía tener cuidado en la manera que se lo comunicara pues no era la primera vez que por no preparar adecuadamente a un consultante, éste iba derecho al encuentro de su destino. Podría ser contraproducente. Él sabía bien que hay dos destinos en la vida. Uno, es el que marcan los astros y no puede ser cambiado. Pero existe otro destino que tiene que ver con las decisiones de la persona. A veces el conocimiento de los riesgos hacía que la persona cambiara una decisión y el suceso no ocurriera tal cual lo mostraba el horóscopo. Así se habían salvado muchos que con tino evitaron meterse en situaciones peligrosas y lograron vivir mejor. Pero por alguna razón, en este caso, él se sentía responsable.


Ella regresó a la semana siguiente, tal cual lo pactado. El hombre le leyó todo lo que salía en su carta natal y lo que le deparaba su destino. La mujer -hoy vestida toda de rojo- escuchaba atentamente lo que el astrólogo le decía y lo miraba como extasiada.

Él tuvo especial cuidado en no asustarla pero sí que entendiera que debía prestar atención con quien andaba y a qué situaciones se exponía.

A ella eso no pareció preocuparle demasiado. En cambio, insistió en si podría casarse.

-Sí, -le aseguró él-.

-Es que yo tuve un novio una vez... fue una experiencia muy triste... -declaró algo nerviosa -...y no he encontrado a ningún hombre aún con quien poder compartir la vida...-volvió a mirarlo a los ojos-.

-Muy pronto, por lo que aparece aquí, se puede ver que conoce a una persona que se complementa muy bien con usted y puede llegar a haber casamiento-.


La mujer pagó el resto del dinero por el trabajo y se retiró como la vez anterior, con paso firme, luego de darle las gracias y mirarlo nuevamente con esos ojos color esmeralda.

El astrólogo quedó solo, pensativo. Ella le atraía mucho y le despertó un sentimiento de compasión enorme que le impelía a cuidarla.

Soñaba con ella. La veía morir en sus brazos. Se despertaba sudando para comprobar que no era más que un sueño.

Debía hacer algo. Pero no era bueno involucrarse con los clientes. Sin embargo...


Él, era soltero. Comenzó a seguirla para saber cómo estaba. Había averiguado donde trabajaba y conocía sus horarios. Entonces, muchas veces, la vigilaba a cierta distancia para estar atento por si algo le ocurría.

Ella salía todos los días a las 7 de la tarde del estudio notarial donde trabajaba.

Y él, la aguardaba generalmente en el antiguo bar que se encontraba en la esquina desde donde podía observarla llegar, a través de la ventana, mientras tomaba algún café.

Una tarde fría y gris, ella entró al bar a tomar algo y se sentó en una mesa cercana. Él, aprovechó para observarla más detenidamente a la tenue luz de las lámparas. Ella no lo vio en un primer momento. Luego, él se le acercó.

-Disculpe, señorita -le dijo. Estaba esperando a una persona que al parecer ya no viene y la ví a usted.

Ella se sorprendió un poco de encontrarlo allí pero lo invitó a sentarse a su mesa.


Entre el bullicio de la gente que entraba y salía del bar y los mozos que iban y venían, charlaron un rato y él trató de sonsacarle algunos datos mientras bebían unas tazas de café con medias lunas.

Quería saber cómo estaba, si había conseguido a ese novio para casarse o no. Y sobre todo si no corría peligro.

Ella, tenía un amplio vestido floreado y usaba un maquillaje que la hacía ver muy atractiva con los labios bien rojos y delineados. Un poco de sombra en los párpados, remarcaban esos ojos verdes tan hermosos.

-Discúlpeme pero se me está haciendo tarde y debo volver a casa –aseveró ella suavemente.

-Sí, claro, Yo también debo marcharme. La acompaño hasta la esquina si no le molesta.

Ella lo miró y asintió.

Él iba caballerosamente a su lado para protegerla mientras regresaban. Ya se hacía la noche y andaba poca gente por las veredas. Unos cuantos automóviles surcaban la avenida.


Al doblar la esquina se encontraron de frente con un hombre.

-¡Te dije que si te veía con otro tipo te iba a matar! –gritó-.

-¿Qué haces aquí? –a ella le temblaron los labios-.

El hombre la miró de arriba a abajo y acto seguido sacó un revólver de su bolsillo.

La mujer se echó atrás pero su ex-novio ya fuera de sí abrió fuego contra ella. El astrólogo intentó interponerse entre ambos y el disparo le dio en un brazo.

Ella gritó horrorizada -¿Qué has hecho?-.

Sin mediar palabra, abrió fuego una vez más y la mujer cayó herida al suelo. Luego el hombre huyó rápidamente. Algunas personas se acercaron a las víctimas para auxiliarlas. Pronto llegó una ambulancia y se los llevó al hospital.


El astrólogo se recuperó luego de varios días pero ella lamentablemente falleció. No la pudo salvar. Sin saberlo, la había llevado a su destino.