I
Washington Rodríguez
entró al gimnasio con su tarjeta personal. Un ojo electrónico revisó los datos
y los pasó a la computadora central. Venía temprano para comenzar el
entrenamiento para los próximos Juegos Olímpicos. El entrenador no había llegado aún
pero ya le había dejado pronto el programa de ejercicios que debería realizar.
Se puso la ropa deportiva y se calzó los championes súper-aire de última
generación. Oprimió el botón de pantalla para seleccionar el paisaje que quería
ver mientras corría: hoy iría por los Alpes suizos. De inmediato encendió la
pantalla de 80 pulgadas empotrada en la pared frente a él y apareció una
hermosa filmación de las montañas nevadas, árboles de coníferas y prados
verdes. Se colocó los auriculares y el sonido ambiente surgió con gran nitidez.
Podía escuchar el cantar de los pájaros. Desde una ranura bajo la pantalla
emergió una brisa fresca que lo envolvió creándole aún más la sensación de
realidad.
Puso en marcha la cinta
sin fin y comenzó a trotar suavemente para calentar los músculos, luego apuró
un poco el paso. Debía entrenar fuerte ya que las olimpíadas eran en pocos
días. Todavía no había llegado a la meta exigida por el entrenador; debía ganar
la medalla de Oro si era posible o al menos lograr batir su propio récord. No
se perdonaría un mal tiempo.
A unos metros de él, se
colocó una muchacha rubia, muy bonita a hacer ejercicios aeróbicos. Ella
encendió una pantalla que mostraba una hermosa playa al amanecer con sonido de
gaviotas, iba vestida con ropa de gimnasia ajustada y muy colorida. Era Susana
García, la campeona nacional de gimnasia. Washington estaba loco por ella.
Desvió la mirada y continuó su carrera ahora a mayor velocidad, su ritmo
cardíaco estaba acelerado y la máquina se lo señalaba. Tenía ganas de hablarle,
pero no podría hacerlo antes de competir en los Juegos.
Susana no le prestaba
atención. Y él sabía que sólo ganando la medalla de oro podría intentar
conquistarla.
El gimnasio se fue
llenando de jóvenes deportistas. Todos practicaban duro. Las exigencias
internacionales cada vez eran mayores al irse superando los récords año a año.
El conocimiento del genoma humano había abierto las posibilidades de mejorar
genéticamente los organismos y por tanto los límites en materia de competencia física.
Cada vez más, los atletas parecían superhombres, con mayor resistencia y
dominio del cansancio físico y con un superior desarrollo de la musculatura
específica para cada deporte, además de los suplementos alimenticios y algunas
"drogas" permitidas que llevaban al máximo el rendimiento en
competencias de alto nivel.
Cuando terminó de correr,
Washington estaba exhausto. Arrancó la tirilla de papel que le daba la máquina
donde le advertía la cantidad de nutrientes que necesitaba para reponerse
rápidamente. Debía tomar una bebida con minerales y vitaminas que contemplara
exactamente el gasto realizado.
Apagó la máquina y se
dirigió al bar que tenían en la otra habitación. Allí, el barman leyó la lista de
nutrientes y le preparó enseguida la bebida adecuada. Se la entregó junto a una
copa grande de vidrio. Washington se sentó en una de las mesas libres que
estaban alrededor del mostrador y la bebió despacio. Después se fue hasta la
ducha y se bañó. Se secó y se acostó en una camilla blanda en la sala de al lado
para que el masajista lo dejara como nuevo.
Terminaba la primera
parte de la jornada. Ahora iría al dormitorio, descansaría un poco, almorzaría y
más tarde volvería al gimnasio para continuar con la segunda sesión de
ejercicios.
II
Atilio Pérez era el principal
candidato para ganar en la halterofilia.
Vivía para las pesas y las dietas ricas en proteínas, para ganar músculo.
Permanentemente se miraba en el espejo y se pesaba para comprobar si había
adquirido algunos gramos más o ganado unos centímetros de bíceps. Nunca estaba
conforme con los resultados y a pesar que cualquiera que lo viese lo compararía
con Superman, él se sentía débil y se veía flaco. El doctor le dijo que sufría
de Vigorexia, una enfermedad que ataca principalmente a los hombres con afanes
de Superhombre. Le dijo que dejara de tomar los tónicos suplementarios y que no
se pesara y midiera más o iba a terminar mal. Pero él no le hacía caso y
continuaba con los entrenamientos.
Atilio, quería
impresionar a Susana -al igual que Washington- pero a diferencia de éste,
realizaba proezas de fuerza cada vez que la veía pasar. Ella no le hacía caso,
estaba demasiado concentrada en su propio entrenamiento como para prestarle
atención a alguien. Pero Atilio no cejaba en sus intentos y cada vez que podía
trataba de darle charla a la salida del gimnasio. Washington los veía hablar y
se enfurecía. No podía permitir que se la quitara. Pero siempre volvía a
respirar aliviado cuando veía que ella "no le daba bola ninguna" y
entonces era él quien procedía con el acercamiento, obteniendo el mismo
resultado. Susana sólo "le daría bola" al que lograra el mejor
resultado.
III
Por fin llegaron los Juegos. Washington, Atilio y Susana, en la villa olímpica departían con sus
pares listos para enfrentar el desafío. La sección de los uruguayos era
tranquila y se encontraba a pasos de las delegaciones rusa y francesa. Rodeados
de bosques verdes y un hermoso lago artificial donde nadaban patos y cisnes era
el lugar más adecuado para reposar y aplacar el estrés.
Cómo cada uno de ellos
competía en disciplinas diferentes no tenían muchas oportunidades de cruzarse o
hablar. Sobre todo porque los horarios eran estrictos y nadie podía demorarse.
Únicamente a la hora de comer podían verse y compartir algunos chismes. El
bullicio de los demás jóvenes de la delegación se hacía intenso a esa hora. Más
tarde, cada uno debería permanecer en su habitación descansando. El entrenador
y sus colegas de la federación deportiva uruguaya siempre los vigilaban para
que no se distrajeran con cosas que no correspondían.
Después de las horas de
sueño y del desayuno todos partían a sus respectivos estadios deportivos para
las primeras pruebas. Allí permanecían durante horas, transpirando y soñando
con las ansiadas medallas que parecían tan lejanas. Los uruguayos sabían que no
podrían llegar muy lejos ante equipos tan preparados como los de EEUU, Brasil o
la Comunidad Europea.
***
Susana fue la primera en
competir. Tuvo un buen comienzo sobre la alfombra, haciendo giros perfectos y
saltos de una gracia sutil y maravillosa. Llegó a superar en puntaje hasta a la
gimnasta de Ucrania. Pero cuando le tocó hacer la prueba de la barra fija no le
fue tan bien. Al realizar el último giro para salir de la barra dando una
vuelta en el aire para apoyarse sobre el suelo, uno de los tobillos se le dobló
y rodó por el piso perdiendo casi todos los puntos obtenidos magníficamente
sobre la barra. Su entrenador corrió inmediatamente para socorrerla y
consolarla. Susana caminó rengueando apoyado en el brazo del hombre mientras
las lágrimas resbalaban por sus mejillas, fruto del dolor en su tobillo pero
más aún al comprender que perdería toda chance de superar a sus adversarias.
Atilio por su parte debía
levantar pesos cada vez más enormes. Uno a uno los iba superando dejando a los
otros deportistas por el camino. Ciento cincuenta kilos, ciento sesenta, ciento
setenta y ocho. Y cada vez se le hacía más difícil. Todo lo hacía pensando en
Susana -y en la medalla, por supuesto-.
IV
El estadio estaba repleto.
Cincuenta mil espectadores vivaban a los atletas de su preferencia. Ocho países
serían representados en la prueba final. Las coloridas banderas de los diversos
países se agitaban incesantemente. Los competidores realizaban los últimos
ejercicios de calentamiento sobre la pista anaranjada. Saltaban, corrían
pequeños tramos y se detenían súbitamente. Los entrenadores andaban de un lado
a otro, apurados, dando las últimas indicaciones a sus muchachos. El reloj
indicador se encontraba marcando el cero listo para cuando sonara el disparo.
Otras personas deambulaban por allí, camarógrafos, periodistas y personas
acreditadas que sólo podían estar tras la baranda para no ensuciar la pista. Al
mismo tiempo y en el centro del estadio, otras competencias se llevaban a cabo.
Una sucesión de muchachas eran evaluadas en el salto largo triple. El sudor y
las lágrimas se mezclaban con los aplausos del público. En el centro del campo
de verde césped sintético se realizaba el tiro con jabalina y más atrás, al
lado de la gran jaula de tejido varios hombres rollizos y musculosos se
preparaban para el lanzamiento del martillo.
En la cabina de transmisión, los técnicos,
sentados a la consola seleccionaban las imágenes de un centenar de
pantallas cada una con una toma distinta
de todo lo que ocurría en el estadio. Los gritos de los responsables de
programación se entremezclaban sumando ansiedad y el olor a café inundaba la
sala.
Todo estaba listo. Ocho
competidores se colocaron cada uno en su respectivo carril. Otra prueba daría
comienzo en segundos.
El ruido de la
muchedumbre cesó y un silencio cómplice invadió el estadio esperando el momento
de la carrera de los cuatrocientos metros. Sobre la pista quedaron únicamente
los atletas con sus championes multicolores trabados en el resorte de arranque
y a un lado, con el arma en alto, el hombre de la largada.
Sonó el disparo y los
ocho competidores partieron rumbo a la meta. Miles de flashes destellaron por
todas partes.
-Informa Canal Z- el
canal alternativo desde los juegos olímpicos:
-Se escucha el disparo y
los ocho corredores parten juntos. El uruguayo Washington Rodríguez va por el
carril 3, éste es aventajado por los corredores de Kenia y Estados Unidos que
se separan del grupo... El norteamericano Smith comienza a despegarse pero el
de Kenia le pisa los talones. Ambos atletas de color se disputan la primacía...
El uruguayo continúa intentando, ahora está cuarto detrás del francés... El
corredor de los Estados Unidos ha aventajado a los demás de una manera
asombrosa. Realmente es impresionante la velocidad desarrollada. Atención,
quedan los últimos cien metros para la meta. Los demás corredores tratan de
alcanzarlo... y ¡gana el corredor de los Estados Unidos!. El atleta americano
llegó a la meta dejando prácticamente parados a sus adversarios. Fue una
verdadera máquina. Lamentablemente Uruguay queda cuarto, no subirá al podio. Ya
se nos había anunciado que el corredor norteamericano había realizado un
entrenamiento especial muy fuerte, con un sistema nuevo de preparación, aunque
nunca se nos reveló en que consistía dicho sistema. Señoras y señores,
realmente debemos decir que sea lo que sea les está dando un resultado
extraordinario. EEUU ha ganado la mayoría de las medallas de Oro en casi todas
las disciplinas deportivas en estos Juegos. Sus atletas serán aclamados
como verdaderos campeones.
V
Atilio y Washington se
encontraban en el salón de recreo de la villa olímpica junto al resto de la
delegación. Sus compañeros estaban haciendo apuestas acerca de cual de ellos se
quedaría con la codiciada Susana. Hubo chistes varios y alusiones de que habían
visto a la chica con otro. Washington se ofuscó. Atilio se reía. Estaba
convencido de que él sería el elegido. Y así se lo hizo saber a su adversario.
Palabra va, palabra viene. Un chistecito por aquí, un "manijazo" de
los demás hasta que "se fueron a las manos". Atilio pegó primero pero
Washington esquivó el golpe y le lanzó una trompada a la mandíbula. Atilio
trastabilló y se ofuscó. Se le vino arriba y antes que pudiera derribarlo, los
demás compañeros trataron de separarlos. Cuando lo hicieron ya era tarde, el
entrenador había entrado a la sala común, enojado, al escuchar el barullo. Hizo
sonar el silbato que siempre llevaba colgando del cuello y los amonestó:
-¡Basta! -dijo en tono
amenazante. -Si no dejan estas rencillas los dejó fuera de los Juegos.
-Todos guardaron silencio. Los dos contrincantes se soltaron a regañadientes
pero continuaron mirándose con furia. -¡Y esto va también para los demás! -acotó-. Vinimos a competir por las medallas ¡No se les va a permitir más este
comportamiento! ¿Entendieron?-. Todos los muchachos lo miraban con temor,
sabían que cuando el entrenador decía algo lo cumplía. Ninguno quería quedar fuera de las competencias.
-¡Ahora, se van todos a dormir!
¡Mañana a las seis tienen que estar de pie!-. Dio media vuelta y salió de la
habitación-.
***
-Se ha hecho una denuncia
contra el equipo estadounidense ante el resultado de la prueba de los 400
metros llanos. Quieren hacerle una prueba de anti-doping al corredor Smith,
porque consideran que nadie puede correr de esa manera si no es bajo el influjo
de alguna sustancia. Existen severas penas para quienes se les encuentre restos
de medicamentos no permitidos o cualquier otra forma de dopaje. La denuncia ha
sido radicada por los cubanos. Según ellos, los atletas norteamericanos habrían
sido sustituidos momentos antes de las pruebas. La Federación Atlética de los
Estados Unidos desmiente totalmente dicha afirmación.
VI
Y así fueron llegando los
días de las finales. Las medallas se las llevaban otros y uno a uno los
uruguayos volvían decepcionados. Los entrenadores les daban ánimos diciéndoles
que en la próxima ocasión tendrían más suerte, que habría que entrenar más duro.
Atilio debió conformarse
con la medalla de bronce en pesas, lo que no dejaba de ser una verdadera
hazaña. En el último intento debió soltar los doscientos kilos. Era demasiado.
El grito que lanzó al tirar las pesas al suelo retumbó por todo el salón; era
un grito de dolor físico y bronca.
Washington hasta el
momento no había obtenido medalla al llegar cuarto pero esperaba todavía con
ansiedad la confirmación de la denuncia contra los yanquis, para ver si lograba
aunque sea la presea de bronce para igualar la posición de Atilio, de lo
contrario, nunca podría volver a acercarse a Susana.
Ella, en cambio debido a
la lesión en el tobillo debió abandonar los olimpíadas. No tenía consuelo.
***
Noticia urgente:
-Se descubrió que tal
como se sospechaba, el equipo olímpico americano ha realizado trampas,
reemplazando a sus atletas por androides en el momento previo de las pruebas.
Las autoridades encontraron un sospechoso camión con todo un equipo idéntico al
oficial pero no humano. Dicho vehículo estaba camuflado como un camión de
seguridad y era el encargado de llevar y esconder a los robots antes y después
de cada competencia. Por supuesto, todo el equipo ha sido descalificado y será
obligado a retirarse de los juegos. Estará invalidado de volver a participar en
torneos internacionales así como en las próximas olimpíadas. Las medallas
obtenidas se les han retirado y serán entregadas a los atletas que llegaron a
los puestos siguientes en todos los casos. ¡Un hecho totalmente vergonzoso! Peor
que los casos de dopaje ocurridos anteriormente y sin duda, el fraude más
grande de la historia de los Juegos Olímpicos. Los atletas estadounidenses se
retiraron en medio del abucheo de la gente y las demás delegaciones que
permanecen allí.
Informó Canal Z.
VII
Al terminar los juegos,
Washington y Atilio volvieron a intentar acercarse a Susana. Ambos habían
logrado el tercer lugar en sus disciplinas. Y aunque sabían que no era lo
esperado, habían realizado su mayor esfuerzo. Lograr esas ubicaciones
compitiendo con potencias deportivas como las que estuvieron en esta oportunidad era realmente una proeza. Además, ella no podía pretender exigirles más cuando
había quedado descalificada.
Cuando su entrenador se
alejó unos minutos, ambos se lanzaron al ataque, se acercaron a ella y le
declararon su amor. Susana los miró de soslayo y les agradeció su interés.
-Mi entrenador quiere que
en cuanto me alivie empiece a entrenar para el mundial de gimnasia del año que
viene-.
-Bueno, pero nosotros
también debemos entrenar para nuestras pruebas -dijo Atilio.
-Sí -retrucó Washington
ofendido -Vos nos prometiste decidirte para cuando terminaran los Juegos-.
-¡Y ya me decidí...! -Los
dos hombres se miraron ansiosos por saber la respuesta de la chica-. ¡Me acabo
de comprometer con Tashiro Sakamoto!
-¿El triple medalla de
oro en natación? -preguntaron al unísono.
-¡Ese mismo! Ayer se me
acercó y me ofreció llevarme a su país. ¡Es tan divino! Creo que me voy a ir a
vivir con él. Allí sí voy a poder entrenar a gusto y sin dejar de verlo.
-Eso si tu entrenador te
deja -dijo Washington tratando de desquitarse.
-Sí -terció Atilio que
aún no salía de su asombro -Sabés que es muy exigente y no creo que te deje ir
así nomás.
-No se preocupen, ya
hablé con él y está de acuerdo -hizo una pausa. -¡Ah, ahí viene Tashi! -Le hizo
señas. Él se le acercó y ante la furia de ambos jóvenes, le dio un beso en la
boca. -Hasta luego y buena suerte -les dijo ella, dedicándoles una sonrisa-.
La
pareja se fue tomada de la mano, mientras el japonés los miraba socarronamente por
encima del hombro.
Atilio y Washington se
abrazaron desconsolados y se fueron a la cantina cercana a tomar unos tragos
para olvidar las penas por el amor frustrado y las medallas de oro perdidas.
de "Crónicas del Tercer Milenio" - 2007
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