lunes, 8 de marzo de 2021

Relax

 


I

Ana entró en el tanque plateado y quedó a oscuras. Treinta centímetros de agua y cuatrocientos kilogramos de sulfato de magnesio le permitirían "flotar" durante el tiempo deseado. El tanque se cerraba herméticamente -pero podía abrirse desde adentro- y su tamaño era de dos metros y medio de largo por uno y medio de ancho y otro tanto de altura.

Se agachó al entrar y se recostó sobre el agua superdensa. El frescor del agua y lo "mullido" de ella le permitieron relajarse casi instantáneamente. No se oía un solo sonido, no se veía ni una luz; era como flotar en medio del cosmos, pero sin estrellas.

Cerró los ojos y dejó que su mente se lanzara a divagar. No tenía tensión alguna. Sus pensamientos brotaron, uno tras otro como empujándose -en un principio- luego fueron deteniéndose de a poco; más lentos y más lentos y ya comenzaban a perder sentido. Voces sueltas, imágenes, luces que se iban distanciando unas de otras. Pronto pudo fijarse en los espacios entre las palabras y entre los pensamientos. El silencio interior se fue apoderando de su cuerpo y de su vida. Había dejado de sentir. Una enorme paz le invadió. Realmente la necesitaba, luego del estrés diario, de correr todo el día, de las imposiciones de los demás y de las críticas. Lo necesitaba. Por eso día tras día iba a la clínica y se internaba una hora en el tanque de aislamiento. No existía mejor terapia para su cuerpo y para su mente. La encargada siempre le tenía reservado el mismo turno.

Ana continuaba tumbada suave y deliciosamente pacífica. De pronto ante ella emergió una luz -estaba a oscuras allí- Una luz blanca que la bañaba totalmente. No parecía provenir de ninguna parte en particular. Una voz le dijo: "No temas, yo estoy siempre aquí". Entonces la luz blanca se transformó en una rosa de mil pétalos llenando el espacio. Realmente era hermosa.

Después comenzó a percibir cuchicheos que se transformaron en voces conocidas: ¿sus padres?, no podía ser, hacía años que habían muerto. Una alucinación, pensó. Sintió miedo y las voces inmediatamente se acallaron, la rosa se desvaneció y la luz pulsó varias veces hasta volver a la oscuridad total.

Cuando las campanitas que le avisaban que había terminado su turno empezaron a sonar, ella estaba completamente despierta y extrañada por la experiencia. ¿Habría sido un sueño?

El sonido era suave y relajante luego se iba transformando progresivamente en una música de mayor intensidad y frecuencia hasta activarle todo el cerebro. Otra persona afuera aguardaba su turno.

Abrió lentamente la puerta con el brazo semidormido. Vio la luz de la sala y escuchó el murmullo de la gente de la clínica. Se incorporó despacio y salió.

II

Luego de esa experiencia, Ana comenzó a sentirse extraña, como si no estuviera totalmente integrada a la realidad. A menudo tenía premoniciones y parecía percibir los cambios climáticos con gran exactitud, 48 horas antes de que ocurriesen. Si bien ella siempre había sido una mujer muy sensible y perceptiva que podía predecir ciertos sucesos con anterioridad, nunca se le ocurrió pensar que pudiera tener "poderes psíquicos".

Estos sucesos se tornaron más evidentes con las repetidas experiencias que tenía en el tanque de aislamiento. Era como si aquel primer suceso le hubiese activado alguna zona recóndita de su ser, desarrollándole facultades dormidas hasta entonces. Sentía temor. Por eso dejó de ir por un tiempo a la clínica.

Anotaba cada vez que tenía imágenes inquietantes en pleno día o en sus sueños lo más detalladamente posible. Estaba siempre alerta a esos sentimientos de certeza repentinos, acerca de eventos que aún no habían ocurrido. Y comprobó -no sin cierto temor- que gran parte de lo que anotaba se cumplía en pocos días. Como el asesinato del último líder israelí, la caída de un avión repleto de pasajeros en una remota zona de Asia o más cercanamente, la llegada de improviso de sus parientes. Y además, adivinaba cuando habría un temporal o una tormenta importante.

Juan -su marido- la tomaba a broma, decía que eran meras coincidencias, que esas cosas de la Parapsicología eran todos disparates. Hasta el día en que ella le advirtió que no fuera a trabajar porque presentía algo malo. Como siempre, él no le hizo caso y salió para el empleo. Pero la insistencia de ella le había retrasado. Cuando por fin llegó al trabajo se encontró con un mar de autos policiales, ambulancias y bomberos. Una bomba había explotado en las oficinas donde él trabajaba y varios de sus compañeros habían perecido o se hallaban heridos a causa de la explosión. Si hubiese llegado en hora probablemente él sería otra de las víctimas. Desde ese día Juan comenzó a creer en las visiones de Ana. Le debía la vida.

III

Después de un tiempo, Juan empezó a contarle a todo el mundo sobre los "poderes" de su mujer. Las amistades y los conocidos reaccionaban de maneras diversas, algunos no creían una palabra, otros en cambio se interesaron por lo ocurrido. Varias mujeres decidieron ir a la misma clínica, para ver si desarrollaban sus poderes, también, casi todas más para ver si podían pescar a sus maridos infieles en sus aventuras amorosas que por otra razón. Pero ninguna lo logró.

Ana comenzó a preguntarse si no sería ella que tenía esos "poderes" de antes y que las experiencias de relax solamente se los desarrollaron. Comenzó a preguntarse si no había tenido ya esas visiones y por eso se puso a recordar su vida, cada vez que algún suceso extraño le había sucedido. Al fin llegó a la conclusión de que sí los había tenido. Pocas veces, cosas a las que no le daba importancia o que creía que eran coincidencias. La vez que supo que el abuelo había fallecido antes que le avisaran por teléfono. La vez en que el muchacho con quien salía la iba a dejar por otra. El día en que quedó embarazada por primera vez, lo supo antes de hacerse el test que le daría positivo. Pero ahora tenía la impresión de que su mente se había ampliado, que podía ver sucesos de otros, o de lugares lejanos.

Su marido, ni corto ni perezoso para los números, vio el negocio enseguida y le propuso poner un consultorio de videncia. Ana se negó terminantemente. Ella no estaba dispuesta a sacarles dinero a los demás aunque pudiera "ver" lo que les sucedería. Pero Juan le decía que ella le había salvado la vida y que así también podría salvar a otros.

Entonces, su marido viendo que no conseguiría de su mujer una respuesta positiva se le ocurrió otra idea. Juntando dinero de sus amistades, compraron el equipamiento necesario para poner otra clínica. Alquilaron un local, consiguieron los tanques de aislamiento y armaron la propaganda. Juan estaba enloquecido intentando atraer a los futuros clientes.

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Y la clínica se llenó de gente.

Ana vivía a disgusto, no esperaba todo ese alboroto por algo de lo que ni siquiera sabía si era efectivo y siempre se preguntaba el "para qué". ¿Para qué quería la gente ser psíquica?, desde que ella lo había conseguido no lograba descansar en paz.

Cuando algunas personas viendo que no les ocurría nada extraño, empezaron a correr el rumor de que todo era un fraude, la clínica se fundió.


Ana volvió al tanque de aislamiento para realizar su terapia de desconexión del mundo y se dio cuenta de que lograba mayor poder. Pero un día se cansó de su marido y de todos esos planes de obtener dinero, conoció a un gurú y se fue a la India tras él para meditar.

Nunca más volvió.

Algunos dicen que se la ha visto trabajar ayudando a los niños pobres en una fundación religiosa pero nada más se sabe de ella ni de sus poderes.

2 comentarios:

  1. Muy interesante el cuento, mezcla de una forma novedosa el despertar de poderes psíquicos en un mundo materializado en la mayoría de todos sus aspectos. ¿Una contradicción insalvable?

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    1. ¡muchas gracias, Chela!. La verdad que es una contradicción pero quizás se pueda lograr un acercamiento cuando se modera el aspecto más material.

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