sábado, 29 de junio de 2019

Un cuento premiado hace unos cuanto años




ELEFANTES EFERVESCENTES


Salió de la facultad y cruzó la calle en silencio. Miró a lo alto y vio una enorme luna amarillenta que se asomaba por encima de los nuevos edificios con forma de cohete. No pudo dejar de pensar si los humanos que la habitaban nos estarían viendo. 

Continuó sus pasos hasta la parada de ómnibus mientras se maravillaba por la luz que emitía el satélite en la noche. Un gran elefante rosado y fluorescente surcó el cielo con su anuncio de antiácido: "ELEFANT - El sabor que levanta". Era otro de los globos aerostáticos de propaganda que cada vez se volvían más comunes.

Por fin llegaba el ómnibus, repleto de lucecitas de colores. Los números brillantes de la cabecera lo iluminaron al acercarse. Le hizo señas. Cuando se detuvo se trepó a él. Puso la ficha en la ranura de la puerta giratoria- hacía años que ya no tenían guarda- y se encaminó a uno de los asientos libres. El coche continuó su recorrido.

***

Por doquier podían verse grandes globos luminosos anunciando todo tipo de productos. Fueron los primeros. Después comenzaron a poner carteles aéreos en las grandes avenidas, sostenidos por cuerdas desde lo alto de los edificios de la ciudad. Y el cielo se cubrió de ellos. Las estrellas desaparecieron. Y las constelaciones sólo podían observarse desde las afueras

***

-¡Mirá papá! -exclamó el niño señalando al cielo. El padre alzó los ojos y vio negras nubes que se acercaban amenazantes y rápidas oscureciendo el día. Un trueno larguísimo resonó haciendo temblar el suelo. Inmediatamente una nave plateada emergió de entre las nubes y se aproximó al lugar. Tenía forma de cigarro y se desplazaba por el aire. De pronto se detuvo. El trueno cesó y fue sustituido por una música estridente. Un gran anuncio fluorescente se encendió en la base de la nave promocionando una conocida marca de refrescos. De en medio del vehículo se abrió una compuerta y apareció un ser verdoso y cabezón con una botella en la mano. Enseguida el ser bajó por una escalerilla metálica hasta el suelo mientras la nave continuaba suspendida en el aire emitiendo la atronadora música. Luego bajaron otros seres, desplegaron una mesa y colocaron un cartel que decía: "PRUEBE AHORA EL SABOR DEL FUTURO".


El niño que aún continuaba con su padre observando el espectáculo salió corriendo hacia donde estaban los hombrecillos. El padre resignado se acercó también.

Los hombrecillos verdes llenaron varios vasos con forma de cono invertido -que parecía ser de alguna roca cristalina- con una bebida de color violáceo. El niño bebió un largo sorbo y luego otro. Los ojos comenzaron a darle vueltas en las órbitas y se puso a saltar enloquecido -al igual que las otras personas que habían probado de la singular bebida.

El padre intentó retirar a su hijo en vano. El niño continuaba pidiendo más y más y el hombrecillo le servía una y otra vez. Por fin, el padre lo tomó de un brazo con fuerza y le obligó a irse con él, ante las súplicas del infante. 

-efqwpwfjcv `p pacjkpja- dijo el hombrecillo molesto por la actitud del padre que podría hacer que otras personas siguieran su ejemplo. Entonces para evitar problemas comenzaron a repartir pegotines a todos los que se animaran a probar el refresco. La gente continuó haciendo cola y bailando al compás de la música.

***

Un grupo de operarios instalaba un enorme anuncio de desodorante en aerosol. Los hombres subidos a las escaleras sobre las azoteas de dos edificios que estaban separados por la avenida se aseguraban que el cartel no corriera riesgo de caer sobre la gente. Después descendieron de las escaleras y con el control remoto lo encendieron. Una hermosa mujer desnuda pulverizaba el producto a lo largo y ancho de su cuerpo, con movimientos muy sensuales. Al mismo tiempo emitía gemidos de placer. Luego guardaba el desodorante en un bolso que estaba a un lado y decía: "¡HAZME FELIZ, POR FAVOR, CÓMPRAME DESODOREX!". Y al cabo de unos instantes repetía la operación y pronunciaba el aviso en inglés, luego en portugués y en otros idiomas- para los miles de turistas que venían a la capital cada año.

Frente a este cartel habían colocado otro, con la imagen de un musculoso hombre, que usaba el mismo desodorante y se lo extendía por el cuerpo -ocultando su sexo tan sólo con su pierna flexionada. Y luego repetía una y otra vez, en varios idiomas: "¡MAMITA, SI ME LO COMPRÁS TE HAGO FELIZ...!

Todo esto había comenzado veinte años atrás -siguiendo la moda de otros países- en medio de uno de los peores gobiernos que se recuerden. Pese a las protestas de los grupos ecologistas que se oponían, se votó el decreto que autorizaba a cubrir zonas del espacio aéreo con publicidad. Era todo un territorio no explotado por la propaganda, así que en pocos meses se llenó de anuncios de todo tipo. El cielo se convirtió en un gran collage de marcas y productos donde apenas quedaba alguna hendidura para que por allí los astros jugaran a las escondidas. 

Se juntaron miles de firmas pidiéndole al gobierno que no permitiera más anuncios flotantes. Pero seguramente las firmas fueron guardadas en un cajón y olvidadas. Las empresas multinacionales dejaban mucho dinero y además respaldaban las campañas de los políticos.

Con el tiempo la gente se acostumbró a ver los avisos de whisky, de cigarrillos o de golosinas en vez de la Constelación de Orión y el último modelo de vaquero o de automóvil en vez de la Cruz del Sur.

Sin embargo no todos se acostumbraron. Había individuos que por la madrugada, cuando nadie los veía, se subían a las azoteas de los edificios más altos y arrojaban flechas incendiarias hacia los cartelones que inmediatamente ardían en colosales llamaradas sobre la oscuridad del cielo. Pero estos hechos fueron rápidamente reprimidos. El gobierno alegaba que los carteles no molestaban, porque si alguien no quería verlos alcanzaba con no levantar la vista al cielo y el ruido no era mayor que lo que podría hacer la gente con sus equipos de audio.

Cuando se acercaban las elecciones recrudecía la propaganda. A las radios y televisoras, el Cable, INTERNET y demás medios de comunicación, se sumaba la propaganda flotante, cubriendo el cielo con los rostros de los candidatos políticos. Rostros de decenas de metros, con miradas suplicantes o amenazadoras y con sonrisas estudiadas y falsas -cual dioses del Olimpo- que intentaban convencer a sus posibles votantes, vociferándoles sus maravillosas propuestas pre-electorales. Era como un gran coro mal armado, donde distintas tonadas se entrecruzaban intentando acallar las voces de sus adversarios superponiéndose unas a otras en una escalada que parecía no tener fin.

Por la noche era peor, ya que al disminuir el sonido del tráfico, el coro le caía a uno sobre la cabeza como una gran catarata sonora.

Mucha gente deseaba acabar con esa locura. Querían volver a caminar tranquilos por la calle, pasear por los parques con la familia, volver a la playa y ver brillar la luz del Sol en todo su esplendor. Querían contemplar el cielo en una noche estrellada y ser bañados por la blanca luz de la Luna. Pero nada de eso era posible. Por eso comenzaron a comunicarse por las terminales de computadora. Se mandaban mensajes de un lado al otro del planeta, primero intentando olvidarse de la situación y más tarde proponiendo alternativas. En otros países ocurría la misma situación y poco a poco se fue sumando gente que de todas partes tenían algo para decir.

***

-¡Tenemos que hacer algo para terminar con esto! -protestó un jardinero mientras regaba las flores de su patrona. Ya ni siquiera podemos ver el cielo y las plantas claman por un poco de sol, igual que nosotros.

-Tiene razón- le aseguró la vecina que venía de la feria-¡esto ya no se aguanta más! Está bien que con el problema de la capa de ozono nos tenemos que cuidar, pero esto...

¡TODO EL CIELO PARA USTED!

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***

-¡Ay, que bonito! -dijo una mujer fascinada al ver los anuncios nuevos- Mirá ese cielo tan lleno de colores. ¿No es precioso? ¡Con todas esas marcas!

-Sí -le dijo su amiga- ¡El cielo azul es tan aburrido!

***

Ante tantas voces discordantes se firmó el contrato con la empresa constructora que diseñó la enorme cúpula que cubriría toda la ciudad. La idea era que la cúpula creada en material resistente, traslúcido y flexible a la vez, techara a una altura considerable la ciudad -sustituyendo los carteles y los antiguos globos- construida como un gran tablero semiesférico donde cada celda serviría de lugar para un aviso diferente que se encendería alternativamente emitiendo música y mensajes de propaganda las veinticuatro horas. Así -decían sus defensores- el cielo se volvería mucho más bonito y la lluvia y los rayos ultravioletas no afectarían a los transeúntes y todo el mundo podría ir y venir a gusto u organizar fiestas al aire libre sin temor.

La empresa comenzó los trabajos con gran presteza. Nuevamente los grupos ecologistas y gente de la oposición pusieron el grito en el cielo. Los atentados recrudecieron pero en la cúpula no surtían efecto. 

El gobierno decía: ¡el que no esté de acuerdo que se vaya a vivir al campo!

Uno de aquellos tantos días en que el sol filtrado llegaba apenas al suelo, un montón de gente se puso a caminar por el medio de la calle. El tránsito se detuvo y quienes manejaban los automóviles fueron bajando y uniéndose a la marcha. Eran miles de personas que caminaban en silencio. Algunas llevaban pancartas reclamando el sol y el cielo limpio. 

Al paso de la multitud los transeúntes distraídos, se volvían a mirar a la gente que avanzaba calma y decidida y se les unían, sin preguntar...

Cortado el paso por la policía, la gente se detuvo sin emitir palabra. Potentes altavoces ordenaron disolver la manifestación. 

Intentando amedrentar a la multitud, los oficiales dieron orden a sus tropas de prepararse.

-¡Si no se retiran nos obligaran a dispersarlos por la fuerza!

La gente miraba la boca de los fusiles con una sonrisa en el rostro y en silencio. El conteo comenzó:

-TRES. Por favor, no queremos emplear la fuerza, pero si no se van, no nos quedará otra opción. ¿Es lo que quieren?

-¡Queremos el Sol! -gritaron algunos. ¡Queremos vivir en paz! -dijeron otros. Y volvieron a callar.

-DOS -se escuchó por los altoparlantes.

La gente continuaba silenciosa e inmóvil.

-UNO. ¡Váyanse por donde vinieron!

Nadie se movió...

Había llegado la orden de no reprimir. Por los altavoces se escuchó al Presidente que anunciaba la limitación de los espacios de propaganda, a petición de las grandes empresas que al ver lo que estaba ocurriendo aquí y en otras partes del mundo decidieron aceptar el pedido de la gente.

En pocos minutos llegaron camiones cargados de operarios y helicópteros y comenzaron a desarmar la cúpula parte por parte. El ruido de los altavoces se acalló por fin mientras el sol poco a poco volvía a iluminar la ciudad plenamente.

La gran masa de gente se dispersó y los policías se retiraron.

Muchos hombres y mujeres se fueron caminando tomados de la mano para admirar el fascinante cielo del atardecer y se quedaron hasta la noche junto con sus familias contemplando el firmamento que otra vez aparecía tachonado de estrellas...

Y por el horizonte, un gran elefante rosado volvió a surcar el cielo, con su habitual anuncio de antiácido.


1er. Premio - XXIII Concurso Dr. A. Manini Ríos (A.E.D.I) 

(Publicado por el diario Ultimas Noticias en su edición del día 7 de abril de 2001).

Editado en el libro "Crónicas del Tercer Milenio" - 2007.








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